lunes, 22 de abril de 2013

Ojo por Ojo

Ojo por Ojo


Algunos de los libros para el canje.
Llega el Día del Libro y del Derecho de Autor y un año más este lado del mundo se llena de estantes y actividades de lo más variopintas: presentaciones, firmas, coloquios, lecturas continuadas, recitales poéticos, mesas redondas, encuentros, talleres, exposiciones, actuaciones y mucho más. Las librerías sacan sus libros a la calle, las bibliotecas extienden sus plazos de préstamo, los autores se acicalan, los empresarios hacen cuentas y en Internet las palabras libro, llibre, book, buch y livre son las más usadas y las más leídas.

Qué duda cabe de que hay mucho marketing, y por tanto mucho negocio, en el emplazamiento del libro en el santoral actual junto a tantas otras aparentemente bienintencionadas santificaciones como la del padre, la madre, los enamorados, la mujer trabajadora, el niño, el maestro y un largo etcétera que maravillaría al más ocurrente, pero puestos a celebrar, qué mejor pretexto.

De entre todas las actividades que se realizan en mi entorno agradezco especialmente la denominada Llibre per llibre que organiza la biblioteca del Campus de Gandia, y que consiste en colocar un par de mesas en un lugar de paso y dejar allí, durante una semana, cuarenta o cincuenta libros usados para que, quien quiera, pueda coger los que le vengan en gana, siempre y cuando deje en su lugar un número equivalente de ellos.

No hay control alguno, tan sólo una hoja donde, si se quiere hacer el favor, apunta uno el título del libro que coge y del libro que deja para tener una idea del interés despertado por la iniciativa. Nadie vigila y, sin embargo, cada año crece el número de ejemplares que se guardan para el año siguiente. Lo que, supongo, tiene tanto que ver con la generosidad de algunos como con la necesidad de liberar espacio en las estanterías de sus casas. No hay normas y, sin embargo, la calidad de los libros se mantiene en cada edición. Nadie se preocupa de ellos y, sin embargo, la gente los respeta.

Aun a riesgo de parecer antiguo, les diré que encuentro una sana y límpida actitud en esto de volver al trueque, así como una cierta mística en el hecho de dar algo a cambio de algo sin que intervengan monedas, intermediarios, baremos, ni ojos que a uno lo vigilen.

Los escritores, los editores, los maquetadores, los impresores, los distribuidores, los libreros, los animadores culturales, el estado... todos cobraron ya por su trabajo. Ahora, lo que queda, es sólo asunto nuestro, de los lectores.

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