Monstruos perfectos
-122-
Vivir siempre había significado una preparación, una espera. Y así habían transcurrido los años, y ya no había nada más que esperar.
Vivir siempre había significado una preparación, una espera. Y así habían transcurrido los años, y ya no había nada más que esperar.
Su libertad había acabado, y había sido falsa. El pasado no podía olvidarse; nunca era ficticio: lo llevaba consigo. Si había algún lugar para él, era uno que ya había sido excavado por el tiempo, por todo lo que había vivido, por imperfecto, provisional y engañoso que fuera.