viernes, 28 de febrero de 2014

Roma no paga a traidores


Roma no paga a traidores

Salgan aquí los buenos. Por eso no mentaremos los nombres de hoy. Leo y el texto parece manar de un gran megáfono colocado en lo alto de una colina cuyas vistas cubren la ciudad para que todos nos enteremos. Las cosas bien claritas, bien obvias. Y por allí van pasando los diferentes personajes, todos de cartón piedra, si acaso alguno toma un cariz humano por un instante; pero eso, apenas un instante. Viene uno y dice lo que tiene que decir. Luego viene otro y le contesta lo que tiene que contestar, y te preguntas por qué dicen eso, qué pobre vida les han dado para tener que llegar y decir precisamente lo que le viene bien a la historia, casi ni eso, al enigma con el que se sostiene la historia. La novela se transforma así en un disparatado entrar y salir de gente en habitaciones, cada uno con su diálogo aprendido de memoria, cada uno con sus reacciones tan a flor de piel que te las imaginas ya cuando les ves venir por el pasillo, casi diez páginas antes de que lleguen.

El lector engañado, timado, se va frustrando y leyendo por encima, rapidito, a ver qué se le ha ocurrido al escritor efectivo para rematar ese enigma con el que se vendió el libro, como una cuña publicitaria, y al final resulta que ni eso, que ni siquiera el enigma era sólido, sino que era una patraña, una verdad a medias, así como escondida con malas artes, para vendernos el crecepelo y largarse con los 20 euretes.

Así que no. No me has entretenido, me has hecho perder mi tiempo, así de claro, vendiéndome un producto mediocre con alevosía. Por eso no te debo pasta, si acaso tú me la debes a mí.

viernes, 21 de febrero de 2014

MP 157


Monstruos perfectos
-157-
El hombre atraviesa el presente con los ojos vendados. Sólo puede intuir y adivinar lo que de verdad está viviendo. Y después, cuando le quitan la venda de los ojos, puede mirar el pasado y comprobar qué es lo que ha vivido y cuál era su sentido.

 Amores ridículos, 1968. Milan Kundera

miércoles, 19 de febrero de 2014

MP 156


Monstruos perfectos
-156-
-¿Qué es la corriente?
Corriente es lo que circula cuando clavamos dos electrodos, uno de zinc y otro de cobre, en un limón, y los conectamos.

 Las correcciones, 2001. Jonathan Franzen

lunes, 17 de febrero de 2014

La insoportable levedad de Milan


La insoportable levedad de Milan


El escritor Milan Kundera va cayendo lenta, pero inexorablemente, en el pozo del olvido literario. Es posible que dentro de unos años, cuando muera, su obra retome momentáneamente un impulso que lleva ya lustros desaparecido, es muy posible, incluso, que en épocas que están por venir, el profesor Kundera recupere una parte considerable de la fama de la que ya gozó en los años 70 y 80, una fama que le valió el calificativo de autor best seller, fíjense, pero me da la impresión de que de la misma manera en que el interés por su obra ascenderá declinará, porque el tema que aborda casi en exclusividad en ella es la levedad, la irrelevancia de los actos y de las personas que los realizan, en fin, de la vida misma. Ha hecho de la levedad el tema principal de sus libros hasta el punto de llamar a una de sus novelas La insoportable levedad del ser, incorporando en el título un adjetivo que califica radicalmente su opinión sobre la existencia del individuo, y, por ende, puesto que este es el tema sobre el que escribe, de su propia obra. Insoportable. Esto es, que no se puede soportar o mantener en el tiempo.

Las historias de Kundera muestran hasta qué punto es frágil la existencia, cuán precario es el valor de nuestra biografía, cómo un simple gesto de un extraño puede dar al traste con algo tan leve como es nuestra vida: haces una broma a tu novia y esta te denuncia y acabas en un campo de concentración; evitas hacer un favor académico y eso se convierte en una pesadilla que da al traste con tus aspiraciones laborales; imaginas un juego erótico con tu pareja y se os va de las manos y a partir de ahí todo ha cambiado; te separas por fin de tu mujer y, en tu lecho de muerte, viene a verte, y luego, en el entierro, el cura dice que en el último momento os reconciliasteis…

Lo que piensa Milan de estas agresiones a la autenticidad/gravedad que uno desearía para su evolución vital es, como decíamos, que son insoportables. La pregunta es: ¿Cómo de soportable puede ser un tema literario basado en la constatación de la irrelevancia? Si esta misma irrelevancia hace insoportable el ser, cómo no va a hacerlo con la literatura basada en personajes que están puestos ahí, precisamente, para hacerla evidente. Los lectores queremos vivir otras vidas, sentir pasiones que enciendan las nuestras, encadenar razonamientos que tiren de nuestro raciocinio, pero una literatura que se fundamente en la evidencia de la levedad nos lleva, irremisiblemente, al aburrimiento.

Porque ya sabemos que nuestra existencia pende de un hilo, ya sabemos que las cosas se pueden torcer por una simple tontería, y aunque ese hecho constituya de por sí una herramienta espléndida para el narrador (qué buenos puntos de giro cuando las cosas se le complican al protagonista), no es efectiva cuando el argumento se focaliza en la intranscendencia que el punto de giro significa, en lugar de en la acción que acomete el personaje para resolverlo, o, según el caso, para no resolverlo.

Leí Amores ridículos en el mejor momento de mi vida. Cuando era un adolescente y no estaba leyendo mucho. Es un libro fantástico. Milan viene y te pone ahí, delante de los ojos, cuando eres un crío engreído, un conjunto de historias aterradoras y divertidas. Y entonces te dices, caray, qué frágil es la vida de estos personajes. Y al pasar los años te das cuenta de que no solo de los personajes, sino también de las personas. En fin, buena enseñanza filosófica. ¿Y ahora qué?

Hay libros que conviene leer de joven y otros que no. También las sociedades, como los individuos, agradecen leer a ciertos autores en ciertas épocas. Eso le pasó a Kundera: lo leíamos los franceses, los italianos, los españoles, los ingleses y los americanos. Lo leíamos para descubrir con ojos de sociedad adolescente con qué facilidad se habían perdido los derechos individuales al otro lado del telón de acero. Sentíamos nuestra gravedad y nos admirábamos al leer sus historias ingrávidas. Bien, lo comprendimos. Pero ahora hemos madurado. La levedad está a la orden del día. Entonces… ¿por qué seguir leyéndolo? Si algún día lo hacemos, será para echar la vista atrás y observar lo feas que se pusieron las cosas.

lunes, 10 de febrero de 2014

MP 155


Monstruos perfectos
-155-
Qué amargo era el mundo en que vivía Alfred. Cuando se veía de pronto en algún espejo, siempre se sorprendía de lo joven que era aún. El rictus de un profesor con hemorroides, el morro permanentemente arrugado de un artrítico, eran expresiones de su propia boca de las que él mismo se percataba a veces, por más que se encontrara en el esplendor de la vida, en el primer vinagre de la vida.

 Las correcciones, 2001Jonathan Franzen

miércoles, 5 de febrero de 2014

MP 154



Monstruos perfectos
-154-
En Nueva York se ve que el hombre puede ser normativo y no conservador o tradicionalista. Lo que le importa al neoyorquino es la eficacia; por eso destruye, si hay que destruir, y somete a reglas la vida para ejecutar lo nuevo sin barullo.

 Pruebas de Nueva York, 1927José Moreno Villa

lunes, 3 de febrero de 2014

MP 153



Monstruos perfectos
-153-
Yo lo que quiero de usted no son novelones ni palabras de esas que la gente tiene que buscar en el diccionario para seguir leyendo. Lo que yo espero de usted es lo que el público demanda: aventuras, sólo eso, pura evasión. Cuanto más simple, mejor.

 El vano ayer, 2004Isaac Rosa.