viernes, 31 de mayo de 2013

MP 82



Monstruos perfectos
-82-
En ple atac em demano si els qui venim a la Biblioteca de l'Ateneu els diumenges a la tarda no som la flor i nata de l'estupidesa ciutadana.
El cuadern gris, 1966. Josep Pla.

jueves, 30 de mayo de 2013

Fotos de nuestros padres


Fotos de nuestros padres

Les ves en la foto de la boda, tan jóvenes y, sin embargo, tus padres. Siguen siendo ellos aunque tu edad haya superado la suya, aunque se haya producido esa especie de distorsión espacio-temporal por la que se nos hace extraño que pudiese haber existido un momento y unos lugares en los que nosotros no existíamos, y ellos eran personas que estaban buscando su futuro, parte del cual ibas a ser tú. 
Les ves posando junto a un cerezo, celebrando entorno a una gran mesa el cumpleaños de alguien, bajo las amenazantes estructuras calizas de la Ciudad Encantada, o en lo alto de las escalinatas de la catedral de Santiago, les ves en esas fotografías que son el único testimonio de que fueron mucho más que rocas que apenas notan el paso del tiempo, mucho más que esos apoyos inquebrantables, mucho más que los altares sobre los que depositabas los problemas para que ellos luego los resolviesen, a tu parecer de un plumazo, tengo sed, hace frío, necesito un ordenador, ésta o aquel no me quieren, dame dinero..., pero que ahora sabes que no, que los problemas son iguales para todo el mundo, también para ellos. Porque ahí están las fotos que demuestran que fueron otros, que fueron distintos, que también ellos tienen su vida, a ver si te enteras.

miércoles, 29 de mayo de 2013

MP 81



Monstruos perfectos
-81-
L'educació de l'home en tant que cultiu del que té de més personal, individual i insoluble ha passat a la història. L'educació consisteix en el cultiu de la mediocritat imitativa generalitzada.
El cuadern gris, 1966. Josep Pla.

martes, 28 de mayo de 2013

MP 80



Monstruos perfectos
-80-
Dios, que ha decrecido, en los años de madurez de Harry, hasta el tamaño de una uva perdida bajo el asiento de un coche, de repente es otra vez grandioso, como un viento radiante por doquier.
Conejo es rico, 1981John Updike.

lunes, 27 de mayo de 2013

MP 79



Monstruos perfectos
-79-
¿La Tierra? Tío, prefiero quedarme aquí con los bichos.
  
Alien: Resurrección, 1997. Jean-Pierre Jeunet.

viernes, 24 de mayo de 2013

¿Qué dices, abuelo?


¿Qué dices, abuelo?


No entendemos a nuestros padres. Nuestros hijos no nos entenderán, ni nosotros a ellos tampoco. Apenas veinte, treinta años y el mundo ha cambiado. Y lo que era importantísimo, lo que regía el comportamiento y la valoración que merecen las personas, se convierte de pronto en un lastre, en una molestia, en una rigidez que imposibilita la evolución natural, la modernidad. Lo vemos en El abuelo, la fantástica novela-teatro de Benito Pérez Galdós en la que asistimos al desmoronamiento de una forma de ver y entender el mundo, la del honor, la de la moral estricta, la de la verdad por encima de todo que propugna el Conde de Albrit, frente a la del relajamiento moral que defienden los de la generación siguiente: el cura, el médico, la Condesa; necesaria flexibilidad sin la cual no se puede avanzar, argumentan.

Siente uno profunda cercanía hacia la forma de pensar del abuelo-Conde, pues en su solidez imperturbable se vislumbra algo de abanderado de causa justa, de garante de la justicia, de lo auténtico; sin  embargo, más bien opina que, si en vez de estar aquí, en el sofá leyendo, estuviese allí, aguantándole el capricho y la murga, se pondría de parte de sus enemigos. Porque la flexibilidad también es una virtud, se mire por donde se mire.

Parejo a este desmoronamiento de los principios morales presenciamos también en el libro un desmoronamiento de la estructura social vigente a comienzos del siglo XX, es decir, del asunto monetario, que fluye desde el estrato aristócrata hacia el estrato burgués, que no es más que el pueblerino trabajador y ahorrador que ha podido comprarle su casa al que años ha era dueño de todo lo que abarcaba la vista; lo que lleva a pensar si no será condición necesaria lo uno de lo otro, el desmoronamiento moral, digo, para cambiar las cosas.



Escena V  

Sala baja en la Pardina.
LUCRECIA, sentada, melancólica, mirando al suelo; el CONDE, que entra por el foro.
     EL CONDE.- Señora Condesa... (Se inclina respetuosamente. Saluda ella con fría reverencia.) Agradezco a usted que haya tenido la bondad de concederme esta entrevista, aunque para merecer yo favor tan grande haya tenido que venir a Jerusa. (Toma una silla, y se sienta cerca de ella.)
     LUCRECIA.- Es obligación sagrada para mí acceder a su ruego... aquí o en cualquier parte. Obligación digo: durante algún tiempo me ha llamado usted su hija.
     EL CONDE.- Pero ya no... Esos tiempos pasaron... Fue usted, como si dijéramos, una hija eventual... transitoria, una hija de paso...     
     LUCRECIA.- (Esforzándose en sonreír para engañar su miedo.) Y a las hijas de paso... cañazo.
     EL CONDE.- Extranjera por la nacionalidad, y más aún por los sentimientos, jamás se identificó usted con mi familia, ni con el carácter español. Contra mi voluntad mi adorado Rafael eligió por esposa a la hija de un irlandés establecido en los Estados Unidos, el cual vino aquí a negocios de petróleo... (Suspirando.) ¡Funestísima ha sido para mí la América!... Pues bien: como todo el mundo sabe, me opuse al matrimonio del Conde de Laín; luché con su obstinación y ceguera... fui vencido. Me han dado la razón el tiempo y usted; usted, sí, haciendo infeliz a mi hijo, y acelerando su muerte.
     LUCRECIA.- (Airada, y todavía medrosa.) Señor Conde... eso no es verdad.
     EL CONDE.- (Fríamente autoritario.) Señora Condesa, es verdad lo que digo. Mi pobre hijo ha muerto de tristeza, de dolor, de vergüenza.
     LUCRECIA.- (Sacando fuerzas de flaqueza.) No puedo tolerar...
     EL CONDE.- Calma, calma. No se acalore usted tan pronto... cuando apenas he comenzado...
     LUCRECIA.- Es monstruoso que se me pida una entrevista para mortificarme, para ultrajarme. (Afligida.) Señor Conde, usted nunca me ha querido.
     EL CONDE.- Nunca... Ya ve usted si soy sincero. Mi penetración, mi conocimiento del mundo no me engañaban. Desde que vi a Lucrecia Richmond la tuve por mala, y si en algo han fallado mis augurios ha sido en que... en que salió usted peor de lo que yo pensaba y temía.

El abuelo, 1904. Benito Pérez Galdós.


jueves, 23 de mayo de 2013

MP 78



Monstruos perfectos
-78-
Yo le diré por qué: el avance de la ciencia de la mecánica, de Newton y Descartes, fue una gran conspiración, una gran conspiración diabólica para acabar con nuestra percepción de la realidad y de aquellos entre nosotros que tienen un don trascendental.
Ragtime, 1975. E.L. Doctorow.

miércoles, 22 de mayo de 2013

MP 77



Monstruos perfectos
-77-
La vida. Demasiada y nunca suficiente. El temor de que acabará algún día, y el temor de que mañana sea lo mismo que ayer.
Conejo es rico, 1981John Updike.

martes, 21 de mayo de 2013

MP 76



Monstruos perfectos
-76-
Te lo digo tranquilo y sin ninguna afectación, pues con la realidad no caben juegos de retórica. He llegado a los escalones más bajos de la pobreza; pero por mucho que descienda, no he llegado ni llegaré nunca al deshonor.
El abuelo, 1904. Benito Pérez Galdós.

sábado, 18 de mayo de 2013

MP 75



Monstruos perfectos
-75-
Hay que ser rico desde el principio para extraerle todos los beneficios a la vida.
Conejo es rico, 1981John Updike.

viernes, 17 de mayo de 2013

Carteles de nuestros días


Carteles de nuestros días

La síntesis de las necesidades y los objetivos de un pueblo, visto desde el enfoque de sus gobernantes, ha sido históricamente bien conjugada en las consignas de los carteles. Basta echar una ojeada a los magníficos que se realizaron durante la Guerra Civil Española, en los que aparecen eslóganes de lo más aclaratorios sobre la ideología y el estado de la contienda:

¡Antifascistas!, barramos el fascio y hagamos que España sea el faro que ilumine el mundo.
1ª Cruzada. España orientadora espiritual del mundo.
El analfabetismo ciega el espíritu. Soldado, instrúyete.
Ante Dios nunca serás héroe anónimo.
Estat Català. No oblideu que estem en guerra!
Ya presentimos el amanecer en la alegría de nuestras entrañas.
¡Basta de “ensayos” y “proyectos”! Primero ganar la guerra.
Con el triunfo de los ejércitos, la unidad de las tierras de España.

Proliferan en tiempos de guerra, pero persisten en tiempos de paz, aunque sea en forma de pequeñas estampas de correos, obligando a los mandamases, porque algo hay que poner en ellos, a declarar sus intenciones por escrito.

Ojeando en la colección de mi cuñada descubro este: Industrialización española. Timbrado en 1975. Treinta y ocho años hace ya. Y aunque no puedo dejar de encontrar buenas intenciones en la proclama, tampoco puedo evitar pensar que lo que se quiso hacer no se hizo, sean las que fueran las razones, lo que viene a confirmar la sospecha de que también la palabra escrita se la lleva el viento.

jueves, 16 de mayo de 2013

MP 74



Monstruos perfectos
-74-
Si intento describirlo aquí es para no olvidarlo. Es triste olvidar a un amigo. No todos han tenido un amigo. 
El Principito, 1943. Antoine de Saint-Exupéry.

martes, 14 de mayo de 2013

MP 73



Monstruos perfectos
-73-
Miró al cielo por la fuerza de la costumbre pero no había nada que ver allí.

La carretera, 2006. Cormac McCarthy

lunes, 13 de mayo de 2013

Conejo en el Caribe


Conejo en el Caribe

Tengo a mi querido y entrañable Harry Conejo obsesionado con Cindy, la mujer de un amigo. Tiene casi cincuenta años, todavía se siente con vigor, lleva una vida holgada económicamente y ahora, junto con su esposa y otras dos parejas, se ha ido de vacaciones al Caribe. Desde que ha cogido el avión, e incluso antes, en una fiesta en la que acabó husmeando en la mesilla de noche de la habitación de matrimonio de los anfitriones y descubrió unas Polaroid con contenido sexual de lo más explícito, no puede quitársela de la cabeza. Se la imagina haciéndoselo en sucias posturas con el viejo y suertudo de Webb; se fija en las marcas que le dejan las cintas del bikini en la piel color caoba, en los reflejos del salitre cuando sale chorreante de las aguas caribeñas verdemar, en el triángulo de tela que le tapa la entrepierna abierta cuando se sienta al estilo Buda; le excita tremendamente su opinión, más bien recatada, respecto a algunos temas relacionados con la vida conyugal.

Él va disfrutando a su manera, siempre pasajera y circunstancial, de las vacaciones, pero en su mente no deja de imaginar cosas; cree intuir segundas intenciones en los acercamientos de ella, insinuaciones veladas en sus palabras. En una ocasión, aprovechando un momento en que se quedan a solas, ha estado a punto de lanzarse a besarla. En otra, en la playa, tras un pequeño accidente de navegación, sus piernas se entrecruzan febrilmente bajo las aguas verdosas y negras y él se siente extremadamente excitado. Y finalmente, una noche, estando los seis sentados a la mesa para la cena, a la pequeña Cindy se le ocurre comentar si han pensado que, en el pueblo, todos darán por sentado que han hecho intercambio de parejas.

Los anhelos no son suficientes, Conejo, no basta con desear, ni siquiera basta con atreverse. Hay que saber hacer las cosas. Y tú, o las haces a lo bruto o no las haces. Pero mira por dónde, mientras te lo estabas pensando ellas van y lo han decidido por ti. Así de sencillo. ¡Intercambio!

Es admirable la manera en que Updike resuelve la situación; la sutileza con que las opiniones de los diferentes miembros de la expedición se van conociendo sin que nadie demuestre un entusiasmo excesivo que pueda ofender a su pareja; el modo en que las creencias, los prejuicios y los deseos de los diferentes personajes se amoldan para encajar en una escena de semejante radicalidad sin que se levanten suspicacias en el lector; el don que posee para hacer que todo suceda de forma natural, calmada, como si no pudiese ser de otra manera; y, sin embargo, la enorme tensión que hay en todo momento.

Porque Updike hace literatura de lo cotidiano, arrollándonos con la crudeza y la fuerza de su realismo, pero sin olvidar que es novelista, y si quiere tensión sexual no buscará situaciones exageradas, sino que recurrirá a las fantasías con las que todo hombre o mujer ha soñado alguna vez; lo que a la postre, no deja de ser lo más efectivo.

El avión se detiene, van despacio, han aterrizado y una terminal baja de color rosa se perfila ante sus ojos mientras  se acercan los minibuses del 747. Empiezan a moverse, a sudar de repente, cogen sus abrigos invernales, buscan a tientas sus gafas de sol y se encaminan hacia las salidas. En lo alto de la escalera plateada que baja hasta el asfalto, el aire tropical, tan cálido, húmedo y clemente, compuesto enteramente de diminutos círculos, golpea el rostro de Conejo como si le echaran una ráfaga con un pulverizador; pero Ronnie Harrison estropea el instante diciéndole al oído, nítidamente:
-Jo, chico. Esto es mejor que una buena mamada.
Y, peor aún que la voz de Ronnie ensuciando el momento tan precioso y frágil del primer encuentro con un nuevo mundo, las mujeres ríen, dando a entender que han oído la gracia. Janice se ríe, la muy bobalicona. Y también la azafata, cuyo cuerpo resplandeciente se ha perlado de gotas con el calor, junto a la puerta donde está apostada diciendo adiós, adiós, sonrisas procaces.
La risa de Cindy se destaca infantil por encima de las otras y rápidamente dice, arrastrando la palabra: "Ronnie...". En medio del asco, Conejo se excita al recordar aquellas fotografías Polaroid guardadas en un cajón.

Conejo es rico, 1981. John Updike. 

 

viernes, 10 de mayo de 2013

MP 72



Monstruos perfectos
-72-
Qué agotadora es la fidelidad cuando no brota de una verdadera pasión.
La ignorancia, 2000. Milan Kundera.