Mostrando entradas con la etiqueta Henry James. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Henry James. Mostrar todas las entradas

martes, 8 de abril de 2014

MP 167



Monstruos perfectos
-167-
La recompensa era ciertamente alta; pero sólo se obtendría acertando el justo medio entre la precipitación y la cautela. Estaría muy bien dar un salto y confiar en la Providencia; la Providencia estaba muy especialmente del lado de la gente inteligente, y la gente inteligente tenía justa fama por su escasa disposición a jugarse el físico.
Washington Square, 1881. Henry James.

miércoles, 2 de abril de 2014

Cuando fuimos jóvenes


Cuando fuimos jóvenes

Tela serigrafiada. Koldo Mitxelena
Existe, entre la novelística decimonónica, una variante temática a la que no pocos autores se han rendido. Me refiero al modelo de novela que trata el tema de la educación sentimental, es decir, de la formación del individuo en los temas relacionados con el amor. Estas novelas se concentran, por lo tanto, en lo que se conoce por “la edad de merecer”, y sus páginas nos muestran ese torbellino de sentimientos que uno tiene cuando se es joven y se enamora, y el otro parece un cúmulo inasible de virtudes, y las promesas tienen tanta fuerza como frágiles se demuestran muchas veces luego, con el paso del tiempo. Un par de ejemplos de este tipo de novelas son la maravillosa, y de acertado título, La educación sentimental, de Gustave Flaubert (1869), y Washington Square, de Henry James (1880). La primera cuenta los escarceos amorosos de un joven Frédéric Moreau, más arena que cal, y la segunda la azarosa aventura del compromiso matrimonial de Catherine, una pudiente neoyorquina de mediados del siglo XIX. Ambos autores ambientaron sus novelas en, aproximadamente, entre veinte y cuarenta años con anterioridad a la fecha en que fueron escritas, lo cual, junto con las conclusiones obtenidas por numerosos estudios, nos lleva a pensar que ambos estaban hablando de su propia juventud, de su propia experiencia formativa en cuanto a sentimientos. Se dice que La educación sentimental es la historia de Flaubert, enamorado de una mujer mayor cuando no era más que un pubescente francesito que acabaría convirtiéndose en uno de los tres mejores escritores de la historia. Lo mismo le sucede a su personaje. Se dice que Washington Square es la historia real de alguien muy cercano a Henry James. Parece, en cualquier caso, que ambos escritores pretendían, al escribir esas historias, si no exorcizar su propia experiencia formativa, al menos sí tratar de entender y sacar algo en claro de lo que les pasó en aquellos años locos de su juventud.

Pero nada se exorciza si uno no toma distancia, así que ambos literatos escribieron sus libros, y luego, añadieron unos capítulos, acelerados, al final de ellos, en los que se pasa revista a cómo acontecieron las vidas de sus sufridos personajes después del regocijo de hormonas que supuso la juventud. Así, no solo nos muestran el proceso de educación, sino también el resultado de ese proceso. Y el resultado de ese proceso, en ambos casos, parece sugerir lo mismo, lo que creo que dirían Gustave y Henry ya de mayores, y lo que dicen algunos adultos cuando echan la vista atrás. ¡Qué bonito fue! ¡Y cuánto afectó al discurrir de nuestra vida! Y sin embargo, ahora, con la mente preclara que otorga la distancia, cuán ingenuos fuimos, por qué poca cosa desesperábamos y qué poco ceño tuvimos para tomar las riendas. Pero ya se sabe, fue cuando fuimos jóvenes.

jueves, 27 de marzo de 2014

MP 164



Monstruos perfectos
-164-
-No me preocupa absolutamente nada, y no necesito ninguna ayuda -dijo Catherine, mintiendo redondamente, y demostrando con ello que no sólo nuestras faltas, sino también nuestros infortunios más involuntarios tienden a corromper nuestra moral.
Washington Square, 1881. Henry James.

martes, 18 de marzo de 2014

MP 162



Monstruos perfectos
-162-
Su carencia de medios, de profesión, de recursos o perspectivas visibles, le sitúa a usted en una categoría dentro de la cual sería imprudente por mi parte elegir un marido para mi hija, que es una mujer joven y débil con una gran fortuna. Desde cualquier otro punto de vista estoy perfectamente dispuesto a apreciarle. Como yerno, le detesto.
Washington Square, 1881. Henry James.