lunes, 22 de diciembre de 2014

El momento y el lugar oportunos


El momento y el lugar oportunos


En las series se está haciendo la mejor literatura, dicen algunos. La literatura está demasiado influenciada por la cinematografía, dicen otros. Y lo cierto es que no es extraño encontrar libros que bien podrían haber sido guiones de película y en paz, oye, que tampoco hay por qué matar moscas a cañonazos, lo mismo que hay series que se disfrutan con la intensidad y la cadencia con que se leen los libros de aventuras o los dramas del siglo XIX. Se necesitan más o menos las mismas horas para ver Breaking Bad que para leer Guerra y Paz, así que el placer obtenido debe ser parecido, dando por hecho, claro está, que las dos sean obras de arte.

Por eso pasa uno sus ratos libres aquí y allá, entre literatura y literatura con respaldo visual, por así decirlo, siempre procurando encontrar, eso sí, buenos trabajos que además le sean afines al gusto. Recientemente he descubierto The Knick, una serie ambientada en el Nueva York de principios del siglo XX, cuando se estaba cocinando este mundo moderno y occidental en el que para bien nos ha tocado vivir. The Knick se publicita como una serie que muestra los primeros pasos de la cirugía actual, cuando unos médicos con aire aristocrático se dedicaban a probar procedimientos quirúrgicos en una suerte de locura sádica y experimental que tantas vidas pendientes de un hilo ha salvado más tarde. ¿Cuántas mujeres tuvieron que morir en la mesa de operaciones hasta que quedó estandarizado el protocolo exacto para realizar una simple cesárea? En esas está The Knick.

Sin embargo, y tal vez sin haberlo buscado sus creadores, la serie muestra los inicios de otros muchos avances técnicos y sociales que hoy consideramos un derecho irrenunciable. Es lo que tiene estar en la ciudad de Nueva York en el año 1900, que, por ejemplo, se estaba electrificando el mundo. Hay una escena fantástica en la que una enfermera arroja un cubo de agua sobre un cauterizador eléctrico porque está soltando chispas. Lo que me recuerda que la silla eléctrica también se inventó en aquella época, por cierto. Y algunas cosas más dan comienzo en The Knick: la preocupación del gobierno local por la salud de sus conciudadanos, ya se sabe, aquellos inmigrantes apilados en los edificios sin ventilación del Lower East Side, la emancipación de la mujer, todas esas enfermeras con sus gorritos y todos esos señores médicos con sus barbas y sus batas, pero donde, a golpe de talonario, la hija de un multimillonario dirige el hospital y no agacha la cabeza en las reuniones, o los derechos de igualdad racial, aún muy lejos de ser conquistados plenamente, claro, pero algún médico negro aparece en el reparto.

En fin, que me lo han acertado, bien sabe quien se pasa por aquí de vez en cuando que le tiene uno cariño a la época y al lugar (Un pañuelo; Tirar del hilo)