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jueves, 16 de enero de 2014

MP 146



Monstruos perfectos
-146-
Yo se lo metería.
Tú se lo meterías a cualquiera, alguien dijo burlonamente.
Y él lo miró de arriba abajo. Lo dices como si eso fuera algo malo.

 Así es como la pierdes, 2012. Junot Díaz.

sábado, 16 de marzo de 2013

MP 47



Monstruos perfectos
-47-
Ella te dirá: Me gustan los hispanos, y aunque tú no has estado nunca en España, di: A mí me gustas tú. Quedarás bien.

Instrucciones para citas con trigueñas, negras, blancas o mulatas. Los boys, 1996. Junot Díaz

miércoles, 30 de enero de 2013

MP 23



Monstruos perfectos
-23-
Mientras está en el baño llama a uno de tus panas y di: Me la tiré, cabrón. O simplemente recuéstate en el sofá y sonríe.

Instrucciones para citas con trigueñas, negras, blancas o mulatas. Los boys, 1996. Junot Díaz.

lunes, 28 de enero de 2013

Yúnior, ¡muérete!


Yúnior, ¡muérete! 

Junot Díaz era un joven gordo que se estaba quedando calvo y ahora es un hombre madurito y definitivamente calvo, pero flaco, eso sí, y hasta resultón. También era un auténtico desconocido que no se comía un colín y ahora es un escritor famoso, venerado y rico, y puedo aseguraros, porque lo he visto con mis propios ojos, que jovencitas universitarias lo piropean y hasta lo ruborizan gritándole ¡guapo! en medio de una charla y hacen colas de varias horas para verle, o para que les firme un autógrafo; lo mismo mismito que si el tipo fuese una rock star.

No digo todo esto porque tenga yo ningún tipo de animadversión hacia el señor Díaz, todo lo contrario, mi rollizo pasado me permite ponerme fácilmente en su piel, lo digo porque esa adolescencia solitaria y fracasada marca digamos que el 50% de su temática literaria (la parte mala de su literatura). El otro 50% (la parte buena) está definido por parámetros bien conocidos dentro de lo que podríamos denominar literatura de la inmigración. Junot es hijo de dominicanos emigrados a EEUU, y el libro del que hablaremos hoy cuenta básicamente la vida de su familia antes y durante ese proceso.

Ha escrito tres libros. Su bandera es la de que es un escritor lento y concienzudo. Que le cuesta mucho, vamos, y por eso tiene que trabajar de lo lindo. Traducido: que es un escritor auténtico, de los de verdad, de los que merecen la pena ser leídos; eso es lo que en el fondo nos quieren transmitir. Pero a nosotros, que somos gente que aprecia la calidad independientemente de la sangre y el sudor que cueste, como si los escribe en dos semanas, oye.

He leído dos. El primero “Drown” (Los boys en la traducción al castellano) es un fabuloso libro de relatos/novela. Cuenta una serie de episodios de la vida de diferentes miembros de su familia, tanto en la Republica Dominicana como en Nueva York y Nueva Jersey, que es donde finalmente se asentaron. Estos personajes comunes, que aparecen y desaparecen en los once cuentos, a veces jóvenes, otras veces maduros, otras simples recuerdos o personajes muertos, son el lazo que sujeta las diferentes historias del libro como si fuesen todos ellos caballos que tiran de un mismo carro. Los relatos son independientes entre sí y cerrados, cuentan historias cotidianas, problemas del emigrante que podrían serlo de un americano cualquiera con problemas económicos y que vive en un barrio de los malos, pero cuyo pasado sería muy distinto, la lengua, las tradiciones de la isla, la religión, las mujeres, todo eso que aún les caracteriza. Luego, a medida que uno avanza en la lectura,  se da cuenta de que sobre las historias particulares se empieza a hilar una historia mucho más amplia que configura un espacio y un tiempo que es el del hombre cuyas raíces ya no están en su tierra natal, pero tampoco en la de acogida. Es en este sentido en el que puede considerarse el libro como novela. 

Después escribió otro libro, “La maravillosa vida breve de Óscar Wao”, y claro, se tenía que vender preciso después del éxito del primero, y además, si había costado diez años, y además, si le sumas el Pulitzer. Hasta tiene más admiradores por esa obra mediocre e insegura (Junot, no sabías lo que querías hacer, tú mismo lo has dicho, no te aclarabas, y acabaste contándonos tus obsesiones de adolescente gordito que no toca pelo).

Es normal que un autor se desoriente tras escribir un gran libro como Los boys, así que te darán unas cuantas oportunidades más: los que controlan el negocio porque aun así ganan (para empezar, el Award ese de medio millón de dólares), y nosotros, tus lectores, porque tal vez ingenuamente aún pensamos que quien ha hecho algo grande quizá pueda volver a hacerlo. Esperemos que con “This is how you lose her” (en breve tendremos la traducción), hayas olvidado esos aburridos traumas juveniles. 

   La tarde de la fiesta papi volvió del trabajo a eso de las seis. A la hora justa. Ya estábamos todos vestidos, cosa inteligente por nuestra parte. Si papi entra y nos agarra a todos dando vueltas en ropa interior seguro que nos hubiera reventado el culo a patadas.
  No le dirigió la palabra a nadie. Ni siquiera a mi mamá. Simplemente la apartó de un empujón para poder pasar, alzó la mano cuando ella le intentó hablar y se fue directamente hacia la ducha. Rafa me lanzó una mirada y yo se la devolví; los dos sabíamos que papi había estado con la puertorriqueña con la que se veía y quería borrar las pruebas con una ducha rápida.
  Aquel día mami estaba bonita de verdad. En los Estados Unidos por fin había logrado ganar un poco de peso; ya no era la flaca que había llegado hacía tres años. Llevaba el pelo corto y una tonelada de prendas baratas que a ella no le quedaban demasiado mal. Desprendía una fragancia muy característica de ella, como de brisa que pasa entre los árboles. Siempre esperaba hasta el último minuto para perfumarse porque decía que era un desperdicio rociarse demasiado pronto y luego tener que volver a hacerlo al llegar a la fiesta.

Fiesta, 1980. Los boys, 1996. Junot Díaz.