Monstruos perfectos
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A la belleza de la laguna se añadía la sensación de que los acantilados le servían de abrigo, como si fueran los muros de un castillo puesto del revés.
La playa, 1996. Alex Garland.
A la belleza de la laguna se añadía la sensación de que los acantilados le servían de abrigo, como si fueran los muros de un castillo puesto del revés.
La primera vez que oí hablar de la playa fue en Khao San Road, Bangkok. Khao San Road era tierra de mochileros.
La mayoría de los jefes tiene sus normas. Rompe las normas y acabarás con los jefes.
Cuando alguien se te acerca despacio y cabizbajo, ten por seguro que algo se ha fastidiado.
La primera vez que oí hablar de la playa fue en Khao San Road, Bangkok. Khao San Road era tierra de mochileros. Casi todos los edificios se habían transformado en casas de huéspedes; contaba con cabinas telefónicas provistas de aire acondicionado para llamadas a larga distancia, los cafés exhibían vídeos de películas recientes de Hollywood, y no podías caminar ni cien metros sin topar con un puesto de cintas de vídeo de contrabando. La principal función de la calle era servir de cámara de descompresión para quienes estaban a punto de entrar en Tailandia o de abandonarla, una especie de casa a mitad de camino entre Oriente y Occidente.
Había aterrizado en Bangkok al caer la tarde, y para cuando llegué a Khao San Road ya era de noche. El taxista me hizo un guiño y me dijo que al extremo de la calle había una comisaría, de modo que le pedí que me dejara en la otra punta. No planeaba cometer delito alguno, pero quería estar a la altura de su talante conspirador. Tampoco es que importara mucho en qué extremo de la calle se colocase uno, pues era obvio que la policía no estaba por la labor. Percibí el olor a hierba en cuanto bajé del taxi. La mitad de los turistas que me rodeaban estaban colocados
He aquí una regla de oro: lo primero que hay que hacer cuando se llega a un lugar es saber cómo salir de él.