Monstruos perfectos
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Yo era el único tío de la reunión, y había siete chicas, seis de ellas bailando entre sí. Era estupendo echar un vistazo al cuarto de estar.
Yo era el único tío de la reunión, y había siete chicas, seis de ellas bailando entre sí. Era estupendo echar un vistazo al cuarto de estar.
Estaba sin trabajo. Pero esperaba recibir noticias del norte de un momento a otro.
Mi matrimonio se acababa de venir abajo. Yo no encontraba trabajo. Tenía otra chica. Pero estaba fuera de la ciudad. Total que estaba en un bar tomándome una cerveza, y había dos mujeres sentadas unos taburetes más allá, y una de ellas empezó a hablarme.
-¿Tienes coche?
-Sí, pero no lo he traído -dije.
El coche lo tenía mi mujer. Yo estaba viviendo con mis padres. A veces les cogía el coche. Pero aquella noche había salido a pie.La otra mujer me miró. Tenían las dos unos cuarenta años, quizá más. La primera le dijo a la segunda:
-¿Qué le has preguntado?
-Que si tenía coche.
-¿Así que tienes coche? -me dijo la segunda mujer.
-Se lo estaba explicando. Tengo coche. Pero no lo he traído -dije.
La primera mujer rió.
-Hemos tenido una idea genial y necesitamos un coche para ponerla en práctica.
-Qué pena. -Se volvió al camarero y le pidió otras dos cervezas.
Yo había estado haciendo durar la mía, pero ahora me bebí de un trago lo que quedaba pensando que a lo mejor me invitaban a otra. Pero no.
Tras mucho discutir -lo que su mujer, Inez, llamaba considerar la situación-, Lloyd se marchó de casa y se fue a vivir solo.