martes, 24 de febrero de 2015

MP 193


Monstruos perfectos
-193-
Saludar, cuadrarse, desfilar, presentar armas, dar media vuelta a la derecha, media a la izquierda, golpear con los tacones, aguantar insultos y mil otras estupideces. Habíamos creído que nuestra misión sería muy distinta y nos encontramos con que nos preparaban para el heroísmo como quien adiestra caballos de circo.
Sin novedad en el frente. 1929. Erich Maria Remarque. 

sábado, 21 de febrero de 2015

Lo concreto, por favor


Lo concreto, por favor

Últimamente ha acabado uno un par de veces en la sala Innova de la Ciudad Politécnica de la Innovación. La primera, para atender a las impresiones de un reputado neurocientífico afincado en el este de los EEUU. Parecía aquello la llegada del primo emigrado que viene con un montón de anécdotas que contar en el bar, entre cervecitas y jamoncito. Y a su alrededor, en una mesa infinita, un racimo de científicos de la casa con sus proyectos, sus estudiantes, sus clases que impartir, su años de experiencias de otra índole, pues no en vano son los que se han quedado, los que han vivido el tener que hacer investigación desde nuestro país, desde nuestras instituciones, desde nuestras políticas.

Creo que poco se sacó en claro. Todos sabemos que hay diferencias, pero otra cosa muy distinta es poder corregir las que consideramos que no nos convienen y acercarnos un poco más a las actitudes científicas que consideramos imitables en los demás. Nada se sacó por dos razones: la primera, que lo que se dijo fueron generalidades y no se plantearon siquiera acciones para ir a lo concreto, es decir, al grano, y la segunda, que los científicos que escuchábamos éramos demasiado mayores; yo, con mis cuarenta años, era el más joven de todos. ¿Cómo vamos a cambiar ahora?

La segunda vez que he acabado en la sala Innova ha sido para escuchar los consejos de un técnico del Centro de Transferencia de Tecnología de la UPV a la hora de rellenar la solicitud de una convocatoria estatal dedicada a la financiación de acciones de colaboración entre empresas y organismos de investigación, y aquí sí, las cosas fueron muy diferentes. Veinte minutos de análisis de los aspectos más técnicos de la convocatoria precedieron a un turno de preguntas en el que una veintena de científicos jóvenes (en esta ocasión yo era de los mayores), y con el agua de los plazos al cuello, se dedicaron a detectar y clarificar las triquiñuelas que siempre hay escondidas entre las páginas del BOE. De los veinte, trece eran mujeres. Y uno se quedaba mirando aquella mesa con una especie de íntimo orgullo familiar, que imagino se debe parecer bastante al que sienten los hinchas de un equipo de fútbol cuando contemplan la alineación de titulares que están pisando el césped justo antes de empezar el partido.

lunes, 16 de febrero de 2015

MP 192


Monstruos perfectos
-192-
Descanso dominical,
un salario normal.
Dos pagas, mes de vacaciones
y una pensión tras la jubilación.


El blues del esclavo. 1988. Mecano. 

domingo, 15 de febrero de 2015

MP 191


Monstruos perfectos
-191-
Finalmente llega la camarera con sus pliegues dorados y la cuenta y, mientras Conejo la firma con el número de su condominio, se siente como un dios que dispara rayos  con indiferencia; la suma aparecerá en el extracto mensual, el año que viene, cuando el mundo haya dado un gran paso.
Conejo en paz. 1990. John Updike. 

martes, 3 de febrero de 2015

Los detalles


Los detalles

Coche eléctrico de Ford, 1914 

Los detalles no lo son todo, también están la continuidad, la coherencia, el ritmo, la intriga, las puertas abiertas de las historias, hasta la estructura y la forma. Sin embargo, sin detalles no hay posibilidad de establecer el acuerdo mediante el cual el lector (o el espectador), asume la ficción que se le presenta como una realidad momentánea, aunque no por eso menos auténtica.

Los detalles esconden las costuras de las historias, son los cubiletes que se mueven rápidamente sobre el cajón improvisado del trilero para que, sin darte cuenta, olvides que ahí detrás hay una cámara o dos y un director y su ayudante y el productor y el coproductor y la amante del director y la maquilladora y los amiguetes de los actores que han ido a echar un ojo a ver qué se cuece en esos saraos.

Quita los detalles y tienes el sermón semanal de tu compañero de trabajo. Ponle los detalles y ponle conflicto y empezarás a padecer como un niño al que le cuentan un cuento de lobos y caperucitas.

Un detalle que demuestra que los guionistas de The Knick están en todo. Capítulo 5. Un inspector de sanidad pregunta a la dueña de una mansión del exclusivo Upper East Side -cuando el Upper East Side era exclusivo de verdad- por la ubicación de sus empleados. Ella le responde que todos están en casa excepto dos. ¿Cuáles son esos dos?, pregunta el inspector. Y ella dice: Uno es el conductor del coche eléctrico.

¿Coche eléctrico? ¿Me quieres decir que en pleno 2015 aún no tenemos coches eléctricos decentes y en 1900 había uno rodando por las calles enfangadas de Manhattan?

La mujer podría haber dicho el conductor del coche, o el cochero, pero no, dice el conductor del coche eléctrico. Y lo hace con toda propiedad, pues los primeros coches que se idearon, construyeron y comercializaron, fueron coches eléctricos, y no de combustión interna, que no llegaron hasta casi una década más tarde.

El mismísimo Herny Ford se sentó a la mesa de Sir Thomas Alba Edison y entre puro y puro sellaron un acuerdo para el desarrollo y comercialización de coches impulsados por energía eléctrica proveniente de baterías de hierro-níquel construidas por el prohombre de la luz.

La pregunta es ¿por qué cayeron en desuso?, ¿por qué la predicción que hizo Edison en la revista Automobile Topics en 1914 -Estoy convencido de que muy pronto todo el transporte en Nueva York será de tipo eléctrico- va a tener que esperar más de un siglo en hacerse realidad, si es que finalmente se cumple? ¿Es que Edison sobreestimaba la capacidad de sus baterías? ¿O es que alguien tenía un interés especial en que los automóviles se moviesen con derivados del petróleo?

Eso sería bien literario, pero dejemos abierta la tan atractiva teoría conspirativa y volvamos a lo que hablábamos, que The Knick cuida los detalles científicos, como no podía ser de otro modo estando ambientada en la época en que está, aquella en que corríamos con la ilusión que proporciona el vislumbrar muy cerca ya el cartel de la meta de ese mundo electrificado, calentito e intercomunicado en el que nos encontramos ahora.