lunes, 31 de agosto de 2015

Giró sobre sus talones


Giró sobre sus talones


Llevo un tiempo deslucido con esto de la lectura. Sé que hay escritos libros fabulosos con los que todavía no me he topado, pero en otras épocas surgían a mi encuentro de un modo natural, uno solo tenía que ir prestando un poco de atención a los comentarios de los escritores que admiraba, o a la crítica menos actual, e iban surgiendo uno tras otro como setas en un monte virgen de buscadores. Ahora tropiezo una y otra vez con historias que no me interesan lo más mínimo: ¿por qué habría de dedicar una semana de lectura a esclarecer el misterio de las muertes de esas niñas del norte? ¿O quién le manda flores prensadas cada año a Henrik Vanger? ¿O si el  comandante del Octubre Rojo va a salirse con la suya o no?

Los misterietes son divertidos para un rato, para lo que dura una peli una tarde de domingo, pero pasar cincuenta o sesenta horas leyendo frases puramente descriptivas como “Giró sobre sus talones, abrió la puerta y salió” es pedir demasiado.  Uno espera de un libro al menos lo que vale su tiempo de lectura, y eso, para mí, a día de hoy, no son tantos los que lo cumplen.

La frase de los talones está sacada de una entrevista a Rodrigo Fresán, que aún es más radical que yo en esto de que nos hagan calentarnos la cabeza con imágenes mentales más que trilladas.

¿Porque qué aporta un libro escrito con frases de ese tipo, un libro que solo se centra en contar una historia de forma estándar, y se agarra al truco cutre del misterio en el primer capítulo para sujetarte a sus páginas? No aporta nada. Para ver girar a alguien sobre sus talones y abrir una puerta ya tenemos el cine. Vale más ir a ver A la caza del Octubre Rojo que leer la novela de Clancy, y lo mismo con los Mileniums y Baztanes. Podrá decirse que leyendo uno disfruta durante más tiempo, pero es falso, simplemente estás más rato queriendo saber el final, pero nada se disfruta reconstruyendo mentalmente las marcas de un cuerpo asesinado violentamente, no para tipos como nosotros, que hemos visto esas marcas en trescientas series como CSI y hasta en tres dimensiones y en color y ralentizadas.

Ya no queremos esos libros. Ya ni siquiera queremos esas películas. Queremos cosas nuevas, cosas que no hayamos visto antes, personajes que no tengamos más que calados, acciones que nos sorprendan y formas de contarlas que nos aporten algo, ¡que tengan estilo! Porque ya vamos muy cargados de todo, oye, que no somos niños y además tenemos cosas que hacer.    

viernes, 14 de agosto de 2015

MP 195




Monstruos perfectos
-195-
Val sentía continuamente la necesidad de hacer algo por los demás, aun cuando los demás, según le recordaba su marido, no deseaban que se hiciera nada por ellos.
Los calcinados, 1964. Patrick White.