viernes, 14 de junio de 2013

Un tipo ingenioso


Un tipo ingenioso

Toda lealtad es pobre comparada con unas risas. Las lágrimas, simples episodios de intensidad dramática, puros latidos de un corazón atropellado, pero humildes emociones frente a la risa. Ni siquiera el amor más romántico se puede comparar a una velada con un tipo gracioso. Esto, de sobra lo saben las mujeres. Tal vez por eso, ninguna obra sin humor merezca encontrarse entre las grandes de la literatura, y tal vez por eso, El ingenioso hidalgo posea esa superlativa capacidad para convencer a tirios y troyanos de que es, entre todas, la mejor, porque la obra maestra de Cervantes es, sobre todo, un libro de humor, y aunque hay ternura, aventuras e incluso amor, lo realmente importante es que te partes de risa con las vicisitudes de esa pareja de Pepes Gotera y Otilios, de Mortadelo y Filemón, de Lauren y Hardy, que son en definitiva Don Quijote y Sancho Panza.

Flaco favor le hacen al libro quienes pretenden extraer enseñanzas, escuela y hasta filosofías, que las tiene, y un buen rato, pero repito, poco ayudan en la labor de animarle los lectores. Porque, aun siendo un libro tan respetado, me temo que es y seguirá siendo poco leído. Y es una lástima, porque es bien difícil encontrar libros que te hagan reír.

Me gusta especialmente una escena, del tercio aproximado que llevo leído, en que se narra la ocurrencia de Don quijote de entablar una batalla con un puñado de sacas de vino colgadas en una habitación en la que el ventero le había dejado descansar. Imagínense: el ventero, su esposa, el cura y unos cuantos más que van haciendo burla de las sandeces que dicen Don Quijote y su escudero, pero que al fin, se apiadan y le dejan descansar, y cuando se dan cuenta, abren la puerta de la estancia y se lo ven allí pinchando cueros de vino como si le fuera la vida en ello, venga a pinchar aquí y allá, a hacer saltar chorros y chorros de vino, que él imagina sangre de gigante. Y, claro, al ventero, ante semejante visión, casi le da un soponcio. ¡Su vino! Salta sobre él y no lo mata de milagro.

Es lo que tienen los tarados, que la gente les coge cariño, y luego te la lían.

Les adjunto el fragmento y les animo a coger la novela con ganas de pasarlo bien, aunque no solo risas se van a llevar al cuerpo. Por el camino, entre otras cosas, conocerán a un tipo fantástico. Qué tío, ese Don Quijote.

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