Un tipo ingenioso

Flaco favor le hacen al
libro quienes pretenden extraer enseñanzas, escuela y hasta filosofías, que las
tiene, y un buen rato, pero repito, poco ayudan en la labor de animarle los
lectores. Porque, aun siendo un libro tan respetado, me temo que es y seguirá
siendo poco leído. Y es una lástima, porque es bien difícil encontrar libros
que te hagan reír.
Me gusta especialmente una escena, del tercio aproximado que
llevo leído, en que se narra la ocurrencia de Don quijote de entablar una
batalla con un puñado de sacas de vino colgadas en una habitación en la que el
ventero le había dejado descansar. Imagínense: el ventero, su esposa, el cura y
unos cuantos más que van haciendo burla de las sandeces que dicen Don Quijote y
su escudero, pero que al fin, se apiadan y le dejan descansar, y cuando se dan
cuenta, abren la puerta de la estancia y se lo ven allí pinchando cueros de
vino como si le fuera la vida en ello, venga a pinchar aquí y allá, a hacer
saltar chorros y chorros de vino, que él imagina sangre de gigante. Y, claro, al
ventero, ante semejante visión, casi le da un soponcio. ¡Su vino! Salta sobre
él y no lo mata de milagro.
Es lo que tienen los tarados, que la gente les coge
cariño, y luego te la lían.
Les adjunto el fragmento y les animo a coger la
novela con ganas de pasarlo bien, aunque no solo risas se van a llevar al
cuerpo. Por el camino, entre otras cosas, conocerán a un tipo fantástico. Qué
tío, ese Don Quijote.
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