martes, 11 de junio de 2013

Echar de menos


Echar de menos

Me comenta uno de mis alumnos sobre un compañero, de cuerpo presente, que al chico le gusta leer, que él es subirse al tren y cogerle un sueño terrible y caer rápidamente en los brazos de Morfeo, pero que al otro no hay quien le quite el libro de las manos.
El otro va a lo suyo. Nos escucha hablar sobre su hábito lector pero no dice nada, intenta terminar su examen. Cuando lo entrega, saca de dentro de la mochila un tocho, me mira orgulloso y me dice: Mira, esto es lo que estoy leyendo ahora.
Aguzo la mirada y descubro una novela histórica. Es de S. P., me explica, y con un pundonor que a día de hoy resulta anacrónico, añade: es profesor universitario, otorgando al hecho un empaque que contrasta con el que muchas veces se adjudican los propios profesores, y que queda de manifiesto con ese dicho mordaz que ellos mismos hacen circular: “Pon un perro en la puerta de la facultad, y, si no ladra a destiempo, llegará a catedrático”. 
De vez en cuando, cuánto reconforta ver las cosas desde el otro lado. Y cuánto les voy a echar de menos, ahora, que acaba el curso.

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