Monstruos perfectos
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En aquel entonces las cosas eran más sencillas: había menos dinero, no existían aparatos electrónicos, la tiranía de la moda era ligera, no había novias.
En aquel entonces las cosas eran más sencillas: había menos dinero, no existían aparatos electrónicos, la tiranía de la moda era ligera, no había novias.
Se puede encontrar maldad hasta en el más pequeño de los animales, pero cuando Dios creó al hombre el diablo estaba a su lado.
Como sucede siempre en las mujeres totalmente atractivas, su solo defecto, el labio demasiado corto y la boca entreabierta, parecía ser la belleza que la caracterizaba.
El amor puede que no lo sea todo, pero ninguno de los dos consideró esa posibilidad hasta después de haberse casado.
Precisamente por entonces se hallaban las mentes orientadas hacia lo sobrenatural, pues hacía poco tiempo que a todos intrigaban los experimentos sobre los efectos del magnetismo.
Yo andaba detrás de una bailarina de diecisiete años que hacía la danza del vientre y que siempre iba acompañada de un chico que decía ser su hermano, pero no era su hermano, era solo alguien que estaba enamorado de ella y a quien ella permitía que anduviera por ahí porque así es la vida.
Llevo un tiempo deslucido
con esto de la lectura. Sé que hay escritos libros fabulosos con los que
todavía no me he topado, pero en otras épocas surgían a mi encuentro de un modo
natural, uno solo tenía que ir prestando un poco de atención a los comentarios
de los escritores que admiraba, o a la crítica menos actual, e iban surgiendo
uno tras otro como setas en un monte virgen de buscadores. Ahora tropiezo una y
otra vez con historias que no me interesan lo más mínimo: ¿por qué habría de
dedicar una semana de lectura a esclarecer el misterio de las muertes de esas
niñas del norte? ¿O quién le manda flores prensadas cada año a Henrik Vanger? ¿O si el comandante del Octubre Rojo va a salirse con
la suya o no?Val sentía continuamente la necesidad de hacer algo por los demás, aun cuando los demás, según le recordaba su marido, no deseaban que se hiciera nada por ellos.
Mujer no es una de esas publicaciones en color para burguesas que hacen régimen. Está hecha para la mujer de la clase C, que come arroz con frijoles y si engorda es cosa suya.
Saludar, cuadrarse, desfilar, presentar armas, dar media vuelta a la derecha, media a la izquierda, golpear con los tacones, aguantar insultos y mil otras estupideces. Habíamos creído que nuestra misión sería muy distinta y nos encontramos con que nos preparaban para el heroísmo como quien adiestra caballos de circo.
Últimamente ha acabado uno
un par de veces en la sala Innova de la Ciudad Politécnica de la Innovación. La
primera, para atender a las impresiones de un reputado neurocientífico afincado
en el este de los EEUU. Parecía aquello la llegada del primo emigrado que viene
con un montón de anécdotas que contar en el bar, entre cervecitas y jamoncito.
Y a su alrededor, en una mesa infinita, un racimo de científicos de la casa con
sus proyectos, sus estudiantes, sus clases que impartir, su años de
experiencias de otra índole, pues no en vano son los que se han quedado, los
que han vivido el tener que hacer investigación desde nuestro país, desde
nuestras instituciones, desde nuestras políticas.Finalmente llega la camarera con sus pliegues dorados y la cuenta y, mientras Conejo la firma con el número de su condominio, se siente como un dios que dispara rayos con indiferencia; la suma aparecerá en el extracto mensual, el año que viene, cuando el mundo haya dado un gran paso.
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| Coche eléctrico de Ford, 1914 |
No habiéndose descosido jamás de las faldas de su madre sino para asistir a cátedra en el Seminario, sabía de la vida lo que enseñan los libros piadosos.
Tanta energía gastada para captar y servir caliente, al otro día, con el café, esta cosa ficticia, de la que incurrimos en la equivocación de no cansarnos nunca: noticias.
En las series se está haciendo la mejor
literatura, dicen algunos. La literatura está demasiado influenciada por la
cinematografía, dicen otros. Y lo cierto es que no es extraño encontrar libros
que bien podrían haber sido guiones de película y en paz, oye, que tampoco hay
por qué matar moscas a cañonazos, lo mismo que hay series que se disfrutan con
la intensidad y la cadencia con que se leen los libros de aventuras o los
dramas del siglo XIX. Se necesitan más o menos las mismas horas para ver Breaking Bad que para leer Guerra y Paz, así que el placer obtenido
debe ser parecido, dando por hecho, claro está, que las dos sean obras de arte.