Monstruos perfectos
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Finalmente llega la camarera con sus pliegues dorados y la cuenta y, mientras Conejo la firma con el número de su condominio, se siente como un dios que dispara rayos con indiferencia; la suma aparecerá en el extracto mensual, el año que viene, cuando el mundo haya dado un gran paso.
Conejo en paz. 1990. John Updike.
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