martes, 3 de febrero de 2015

Los detalles


Los detalles

Coche eléctrico de Ford, 1914 

Los detalles no lo son todo, también están la continuidad, la coherencia, el ritmo, la intriga, las puertas abiertas de las historias, hasta la estructura y la forma. Sin embargo, sin detalles no hay posibilidad de establecer el acuerdo mediante el cual el lector (o el espectador), asume la ficción que se le presenta como una realidad momentánea, aunque no por eso menos auténtica.

Los detalles esconden las costuras de las historias, son los cubiletes que se mueven rápidamente sobre el cajón improvisado del trilero para que, sin darte cuenta, olvides que ahí detrás hay una cámara o dos y un director y su ayudante y el productor y el coproductor y la amante del director y la maquilladora y los amiguetes de los actores que han ido a echar un ojo a ver qué se cuece en esos saraos.

Quita los detalles y tienes el sermón semanal de tu compañero de trabajo. Ponle los detalles y ponle conflicto y empezarás a padecer como un niño al que le cuentan un cuento de lobos y caperucitas.

Un detalle que demuestra que los guionistas de The Knick están en todo. Capítulo 5. Un inspector de sanidad pregunta a la dueña de una mansión del exclusivo Upper East Side -cuando el Upper East Side era exclusivo de verdad- por la ubicación de sus empleados. Ella le responde que todos están en casa excepto dos. ¿Cuáles son esos dos?, pregunta el inspector. Y ella dice: Uno es el conductor del coche eléctrico.

¿Coche eléctrico? ¿Me quieres decir que en pleno 2015 aún no tenemos coches eléctricos decentes y en 1900 había uno rodando por las calles enfangadas de Manhattan?

La mujer podría haber dicho el conductor del coche, o el cochero, pero no, dice el conductor del coche eléctrico. Y lo hace con toda propiedad, pues los primeros coches que se idearon, construyeron y comercializaron, fueron coches eléctricos, y no de combustión interna, que no llegaron hasta casi una década más tarde.

El mismísimo Herny Ford se sentó a la mesa de Sir Thomas Alba Edison y entre puro y puro sellaron un acuerdo para el desarrollo y comercialización de coches impulsados por energía eléctrica proveniente de baterías de hierro-níquel construidas por el prohombre de la luz.

La pregunta es ¿por qué cayeron en desuso?, ¿por qué la predicción que hizo Edison en la revista Automobile Topics en 1914 -Estoy convencido de que muy pronto todo el transporte en Nueva York será de tipo eléctrico- va a tener que esperar más de un siglo en hacerse realidad, si es que finalmente se cumple? ¿Es que Edison sobreestimaba la capacidad de sus baterías? ¿O es que alguien tenía un interés especial en que los automóviles se moviesen con derivados del petróleo?

Eso sería bien literario, pero dejemos abierta la tan atractiva teoría conspirativa y volvamos a lo que hablábamos, que The Knick cuida los detalles científicos, como no podía ser de otro modo estando ambientada en la época en que está, aquella en que corríamos con la ilusión que proporciona el vislumbrar muy cerca ya el cartel de la meta de ese mundo electrificado, calentito e intercomunicado en el que nos encontramos ahora.

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