sábado, 4 de abril de 2015

MP 194


Monstruos perfectos
-194-
Mujer no es una de esas publicaciones en color para burguesas que hacen régimen. Está hecha para la mujer de la clase C, que come arroz con frijoles y si engorda es cosa suya.
Corazones solitarios. Feliz año nuevo, 1975. Rubem Fonseca. 

martes, 24 de febrero de 2015

MP 193


Monstruos perfectos
-193-
Saludar, cuadrarse, desfilar, presentar armas, dar media vuelta a la derecha, media a la izquierda, golpear con los tacones, aguantar insultos y mil otras estupideces. Habíamos creído que nuestra misión sería muy distinta y nos encontramos con que nos preparaban para el heroísmo como quien adiestra caballos de circo.
Sin novedad en el frente. 1929. Erich Maria Remarque. 

sábado, 21 de febrero de 2015

Lo concreto, por favor


Lo concreto, por favor

Últimamente ha acabado uno un par de veces en la sala Innova de la Ciudad Politécnica de la Innovación. La primera, para atender a las impresiones de un reputado neurocientífico afincado en el este de los EEUU. Parecía aquello la llegada del primo emigrado que viene con un montón de anécdotas que contar en el bar, entre cervecitas y jamoncito. Y a su alrededor, en una mesa infinita, un racimo de científicos de la casa con sus proyectos, sus estudiantes, sus clases que impartir, su años de experiencias de otra índole, pues no en vano son los que se han quedado, los que han vivido el tener que hacer investigación desde nuestro país, desde nuestras instituciones, desde nuestras políticas.

Creo que poco se sacó en claro. Todos sabemos que hay diferencias, pero otra cosa muy distinta es poder corregir las que consideramos que no nos convienen y acercarnos un poco más a las actitudes científicas que consideramos imitables en los demás. Nada se sacó por dos razones: la primera, que lo que se dijo fueron generalidades y no se plantearon siquiera acciones para ir a lo concreto, es decir, al grano, y la segunda, que los científicos que escuchábamos éramos demasiado mayores; yo, con mis cuarenta años, era el más joven de todos. ¿Cómo vamos a cambiar ahora?

La segunda vez que he acabado en la sala Innova ha sido para escuchar los consejos de un técnico del Centro de Transferencia de Tecnología de la UPV a la hora de rellenar la solicitud de una convocatoria estatal dedicada a la financiación de acciones de colaboración entre empresas y organismos de investigación, y aquí sí, las cosas fueron muy diferentes. Veinte minutos de análisis de los aspectos más técnicos de la convocatoria precedieron a un turno de preguntas en el que una veintena de científicos jóvenes (en esta ocasión yo era de los mayores), y con el agua de los plazos al cuello, se dedicaron a detectar y clarificar las triquiñuelas que siempre hay escondidas entre las páginas del BOE. De los veinte, trece eran mujeres. Y uno se quedaba mirando aquella mesa con una especie de íntimo orgullo familiar, que imagino se debe parecer bastante al que sienten los hinchas de un equipo de fútbol cuando contemplan la alineación de titulares que están pisando el césped justo antes de empezar el partido.

lunes, 16 de febrero de 2015

MP 192


Monstruos perfectos
-192-
Descanso dominical,
un salario normal.
Dos pagas, mes de vacaciones
y una pensión tras la jubilación.


El blues del esclavo. 1988. Mecano. 

domingo, 15 de febrero de 2015

MP 191


Monstruos perfectos
-191-
Finalmente llega la camarera con sus pliegues dorados y la cuenta y, mientras Conejo la firma con el número de su condominio, se siente como un dios que dispara rayos  con indiferencia; la suma aparecerá en el extracto mensual, el año que viene, cuando el mundo haya dado un gran paso.
Conejo en paz. 1990. John Updike. 

martes, 3 de febrero de 2015

Los detalles


Los detalles

Coche eléctrico de Ford, 1914 

Los detalles no lo son todo, también están la continuidad, la coherencia, el ritmo, la intriga, las puertas abiertas de las historias, hasta la estructura y la forma. Sin embargo, sin detalles no hay posibilidad de establecer el acuerdo mediante el cual el lector (o el espectador), asume la ficción que se le presenta como una realidad momentánea, aunque no por eso menos auténtica.

Los detalles esconden las costuras de las historias, son los cubiletes que se mueven rápidamente sobre el cajón improvisado del trilero para que, sin darte cuenta, olvides que ahí detrás hay una cámara o dos y un director y su ayudante y el productor y el coproductor y la amante del director y la maquilladora y los amiguetes de los actores que han ido a echar un ojo a ver qué se cuece en esos saraos.

Quita los detalles y tienes el sermón semanal de tu compañero de trabajo. Ponle los detalles y ponle conflicto y empezarás a padecer como un niño al que le cuentan un cuento de lobos y caperucitas.

Un detalle que demuestra que los guionistas de The Knick están en todo. Capítulo 5. Un inspector de sanidad pregunta a la dueña de una mansión del exclusivo Upper East Side -cuando el Upper East Side era exclusivo de verdad- por la ubicación de sus empleados. Ella le responde que todos están en casa excepto dos. ¿Cuáles son esos dos?, pregunta el inspector. Y ella dice: Uno es el conductor del coche eléctrico.

¿Coche eléctrico? ¿Me quieres decir que en pleno 2015 aún no tenemos coches eléctricos decentes y en 1900 había uno rodando por las calles enfangadas de Manhattan?

La mujer podría haber dicho el conductor del coche, o el cochero, pero no, dice el conductor del coche eléctrico. Y lo hace con toda propiedad, pues los primeros coches que se idearon, construyeron y comercializaron, fueron coches eléctricos, y no de combustión interna, que no llegaron hasta casi una década más tarde.

El mismísimo Herny Ford se sentó a la mesa de Sir Thomas Alba Edison y entre puro y puro sellaron un acuerdo para el desarrollo y comercialización de coches impulsados por energía eléctrica proveniente de baterías de hierro-níquel construidas por el prohombre de la luz.

La pregunta es ¿por qué cayeron en desuso?, ¿por qué la predicción que hizo Edison en la revista Automobile Topics en 1914 -Estoy convencido de que muy pronto todo el transporte en Nueva York será de tipo eléctrico- va a tener que esperar más de un siglo en hacerse realidad, si es que finalmente se cumple? ¿Es que Edison sobreestimaba la capacidad de sus baterías? ¿O es que alguien tenía un interés especial en que los automóviles se moviesen con derivados del petróleo?

Eso sería bien literario, pero dejemos abierta la tan atractiva teoría conspirativa y volvamos a lo que hablábamos, que The Knick cuida los detalles científicos, como no podía ser de otro modo estando ambientada en la época en que está, aquella en que corríamos con la ilusión que proporciona el vislumbrar muy cerca ya el cartel de la meta de ese mundo electrificado, calentito e intercomunicado en el que nos encontramos ahora.

domingo, 25 de enero de 2015

MP 190


Monstruos perfectos
-190-
No habiéndose descosido jamás de las faldas de su madre sino para asistir a cátedra en el Seminario, sabía de la vida lo que enseñan los libros piadosos.
Los pazos de Ulloa. 1886. Emila Pardo Bazán. 

jueves, 22 de enero de 2015

MP 189


Monstruos perfectos
-189-
Tanta energía gastada para captar y servir caliente, al otro día, con el café, esta cosa ficticia, de la que incurrimos en la equivocación de no cansarnos nunca: noticias.
Nueva York. 1929. Paul Morand. 

lunes, 22 de diciembre de 2014

El momento y el lugar oportunos


El momento y el lugar oportunos


En las series se está haciendo la mejor literatura, dicen algunos. La literatura está demasiado influenciada por la cinematografía, dicen otros. Y lo cierto es que no es extraño encontrar libros que bien podrían haber sido guiones de película y en paz, oye, que tampoco hay por qué matar moscas a cañonazos, lo mismo que hay series que se disfrutan con la intensidad y la cadencia con que se leen los libros de aventuras o los dramas del siglo XIX. Se necesitan más o menos las mismas horas para ver Breaking Bad que para leer Guerra y Paz, así que el placer obtenido debe ser parecido, dando por hecho, claro está, que las dos sean obras de arte.

Por eso pasa uno sus ratos libres aquí y allá, entre literatura y literatura con respaldo visual, por así decirlo, siempre procurando encontrar, eso sí, buenos trabajos que además le sean afines al gusto. Recientemente he descubierto The Knick, una serie ambientada en el Nueva York de principios del siglo XX, cuando se estaba cocinando este mundo moderno y occidental en el que para bien nos ha tocado vivir. The Knick se publicita como una serie que muestra los primeros pasos de la cirugía actual, cuando unos médicos con aire aristocrático se dedicaban a probar procedimientos quirúrgicos en una suerte de locura sádica y experimental que tantas vidas pendientes de un hilo ha salvado más tarde. ¿Cuántas mujeres tuvieron que morir en la mesa de operaciones hasta que quedó estandarizado el protocolo exacto para realizar una simple cesárea? En esas está The Knick.

Sin embargo, y tal vez sin haberlo buscado sus creadores, la serie muestra los inicios de otros muchos avances técnicos y sociales que hoy consideramos un derecho irrenunciable. Es lo que tiene estar en la ciudad de Nueva York en el año 1900, que, por ejemplo, se estaba electrificando el mundo. Hay una escena fantástica en la que una enfermera arroja un cubo de agua sobre un cauterizador eléctrico porque está soltando chispas. Lo que me recuerda que la silla eléctrica también se inventó en aquella época, por cierto. Y algunas cosas más dan comienzo en The Knick: la preocupación del gobierno local por la salud de sus conciudadanos, ya se sabe, aquellos inmigrantes apilados en los edificios sin ventilación del Lower East Side, la emancipación de la mujer, todas esas enfermeras con sus gorritos y todos esos señores médicos con sus barbas y sus batas, pero donde, a golpe de talonario, la hija de un multimillonario dirige el hospital y no agacha la cabeza en las reuniones, o los derechos de igualdad racial, aún muy lejos de ser conquistados plenamente, claro, pero algún médico negro aparece en el reparto.

En fin, que me lo han acertado, bien sabe quien se pasa por aquí de vez en cuando que le tiene uno cariño a la época y al lugar (Un pañuelo; Tirar del hilo)

viernes, 28 de noviembre de 2014

MP 188


Monstruos perfectos
-188-
A la belleza de la laguna se añadía la sensación de que los acantilados le servían de abrigo, como si fueran los muros de un castillo puesto del revés.
La playa, 1996. Alex Garland.

lunes, 20 de octubre de 2014

MP 187


Monstruos perfectos
-187-
-Si realmente fuera tan rico, no estaría preso -añadió el inspector con la sencillez del hombre corrompido.
El conde de Montecristo, 1845. Alexandre Dumas.

jueves, 2 de octubre de 2014

MP 186


Monstruos perfectos
-186-
La vida humana es el mayor derroche económico de la naturaleza: cuando parece que podrías empezar a sacarle provecho a lo que sabes, te mueres, y los que vienen detrás vuelven a empezar de cero.
En la orilla, 2013. Rafael Chirbes.

martes, 23 de septiembre de 2014

Chico malo en clase, profesor Walter


Chico malo en clase, profesor Walter

A todo docente le ha pasado alguna vez que un alumno interfiera en el normal discurrir de la clase. Que moleste a sus compañeros y al profesor, y no solo eso, que provoque de forma voluntaria un enfrentamiento con quien se supone que es la autoridad en el aula.

Exactamente eso es lo que le sucede a Walter en el primer capítulo de Breaking Bad. Un alumno habla en voz alta y molesta. Walter le llama la atención y le pide que regrese a su sitio. El alumno se levanta con desgana y, mirándole provocativamente, acata la orden, pero arrastrando ruidosamente la silla por toda la clase.

¿Qué debería hacer un profesor ante una falta de respeto directa, ante una provocación que pretende dejarle en evidencia delante de los demás alumnos?

Muchas opiniones habrá al respecto.Unos defenderán que hay que castigar al alumno, reprenderle con fuerza, no solo para dejar bien claro que su comportamiento es intolerable, también para dar ejemplo a los otros chicos.

Otros opinarán que el profesor ni siquiera debería de haber permitido que el alumno le provocase, ante una actitud molesta, un castigo ejemplar. No vuelvas a tu sitio, sino largo, fuera de clase.

Algunos habrá incluso que piensen que habría que dejar tranquilo al chico, que hable, que no hay que ser tan estrictos. Que la respuesta del alumno no es más que una defensa al ataque que recibe por parte del profesor.

Yo opino que Walter toma la decisión más adecuada. Llama la atención del alumno y le pide que regrese a su sitio. No le castiga, no le saca de clase, le pide que vuelva a su sitio, que asuma su responsabilidad como alumno, que es atender y tratar de aprender. Y por último, tal vez por cansancio, no responde a la provocación del alumno al arrastrar la silla por toda la clase, sino que espera a que termine para continuar.

Habrá quien diga que Walter no le está educando, que tal vez quiera que aprenda química pero que no le está inculcando valores como el respeto por los demás o la responsabilidad. No lo creo. Walter consigue su objetivo, que es, por encima de todo, enseñar química. Su obligación no es educar, sino enseñar, para educar hace falta mucho más que cuatro horas semanales de clase. Y aun así consigue educarle, transmitirle valores. ¿Cómo? Tratándole con respeto. Walter no le falta el respeto al alumno en ningún momento, ni siquiera cuando el alumno le provoca, y eso es educar de la mejor forma posible, con el ejemplo, y no solo al díscolo estudiante, sino a toda la clase. Por ende, el respeto de Walter se extiende desde sus alumnos hacia la materia que imparte, lo que no es más que educar, nuevamente.

Enseñar y educar. Caballos gigantescos que requieren de jinetes colosales. Y ahí tenemos a Walter, como miles de profesores, cabalgando en terreno árido sobre su caballo cargado de respeto y cansancio.