Monstruos perfectos
-188-
A la belleza de la laguna se añadía la sensación de que los acantilados le servían de abrigo, como si fueran los muros de un castillo puesto del revés.
La playa, 1996. Alex Garland.
A la belleza de la laguna se añadía la sensación de que los acantilados le servían de abrigo, como si fueran los muros de un castillo puesto del revés.
-Si realmente fuera tan rico, no estaría preso -añadió el inspector con la sencillez del hombre corrompido.
La vida humana es el mayor derroche económico de la naturaleza: cuando parece que podrías empezar a sacarle provecho a lo que sabes, te mueres, y los que vienen detrás vuelven a empezar de cero.
A todo docente le ha pasado alguna vez que un
alumno interfiera en el normal discurrir de la clase. Que moleste a sus
compañeros y al profesor, y no solo eso, que provoque de forma voluntaria un
enfrentamiento con quien se supone que es la autoridad en el aula.Después de muchos años estudiando el tema, Mikael estaba convencido de que no existía un solo director de banco o empresario célebre que no fuera también un sinvergüenza.
Volvió a ser el hijo de la huerta, altivo, enérgico e intratable cuando cree que le asiste la razón.
Cuando encuentra uno por tercera vez en un libro
a un padre que, tras recibir las explicaciones de su hijo a las heridas que
presenta, básicamente que ha participado en una pelea en la que le ha dado una
buena tunda al mariquita de turno, le felicita, y no solo eso, sino que lo
aparta a un rincón y le explica cómo debe colocarse para pelear, con qué
nudillos debe golpear para hacer el mayor daño posible, e insulta al pobre
desgraciado y reitera gratuitamente que se lo tenía merecido y le anima a que
la próxima vez le dé más fuerte, en el cuello a ser posible, y por sorpresa,
empieza uno a sospechar que está leyendo demasiados autores de un mismo
movimiento literario.No reconocía otro obstáculo para un cambio milagroso que no fuera la incredulidad de los demás.
De año en año se había ido desecando su alma, lenta, pero fatalmente. A alma seca, ojos secos. A su salida de presidio hacía diecinueve años que no había derramado una lágrima.
Mi madre no esperaba encontrar a la gente aburrida o mezquina; daba por supuesto que serían agradables e interesantes, y ellos notaban esta seguridad y en general se mostraban a la altura de lo que se esperaba de ellos.
Llevo un par de semanas tratando de entender qué
es lo que hace especial ese cuento de Tobias Wolff titulado El mentiroso, que considero el mejor de
la colección Cazadores en la nieve, y
creo por fin haber dado con la clave.El poder sólo puede disfrutarse cuando es reconocido y temido. La ausencia de terror en quienes no tienen poder es exasperante para quienes lo tienen.
-¿Qué debe hacer un hombre, Walter? Un hombre aprovisiona a su familia.
-Eso me costó mi familia.
-Cuando tienes hijos, siempre tienes familia. Siempre serán tu prioridad, tu responsabilidad. Y un hombre, un hombre aprovisiona.
En la postrera luz del día, el lago resplandeciente al pie de la ciudad-palacio parecía un mar de oro fundido.
Es cierto, incluso para los mejores de entre nosotros, que si un observador nos sorprendiera subiéndonos a un tren en una estación intermedia; si reparara en nuestros rostros, privados por el nerviosismo de su aplomo habitual; si valorara nuestro equipaje, nuestra ropa, y mirara por la ventanilla para ver quién nos ha llevado en coche hasta la estación; si escuchara las palabras ásperas o tiernas que decimos en el caso de que nos acompañe nuestra familia, o si se fijara en la manera que tenemos de colocar la maleta en el portaequipajes, de comprobar en qué sitio hemos guardado la cartera y el llavero, y de limpiarnos el sudor que nos cae por la nuca; si pudiera juzgar acertadamente sobre el engreimiento, la desconfianza o la tristeza con que nos instalamos, obtendría un panorama de nuestras vidas más amplio del que la mayoría hubiese querido proporcionarle.