lunes, 7 de abril de 2014

MP 166


Monstruos perfectos
-166-
La vida desprecia el conocimiento; le obliga a esperar sentado en la antesala, a esperar fuera. Pasión, energía, mentiras: eso es lo que la vida admira.
Años luz, 1975. James Salter.

miércoles, 2 de abril de 2014

Cuando fuimos jóvenes


Cuando fuimos jóvenes

Tela serigrafiada. Koldo Mitxelena
Existe, entre la novelística decimonónica, una variante temática a la que no pocos autores se han rendido. Me refiero al modelo de novela que trata el tema de la educación sentimental, es decir, de la formación del individuo en los temas relacionados con el amor. Estas novelas se concentran, por lo tanto, en lo que se conoce por “la edad de merecer”, y sus páginas nos muestran ese torbellino de sentimientos que uno tiene cuando se es joven y se enamora, y el otro parece un cúmulo inasible de virtudes, y las promesas tienen tanta fuerza como frágiles se demuestran muchas veces luego, con el paso del tiempo. Un par de ejemplos de este tipo de novelas son la maravillosa, y de acertado título, La educación sentimental, de Gustave Flaubert (1869), y Washington Square, de Henry James (1880). La primera cuenta los escarceos amorosos de un joven Frédéric Moreau, más arena que cal, y la segunda la azarosa aventura del compromiso matrimonial de Catherine, una pudiente neoyorquina de mediados del siglo XIX. Ambos autores ambientaron sus novelas en, aproximadamente, entre veinte y cuarenta años con anterioridad a la fecha en que fueron escritas, lo cual, junto con las conclusiones obtenidas por numerosos estudios, nos lleva a pensar que ambos estaban hablando de su propia juventud, de su propia experiencia formativa en cuanto a sentimientos. Se dice que La educación sentimental es la historia de Flaubert, enamorado de una mujer mayor cuando no era más que un pubescente francesito que acabaría convirtiéndose en uno de los tres mejores escritores de la historia. Lo mismo le sucede a su personaje. Se dice que Washington Square es la historia real de alguien muy cercano a Henry James. Parece, en cualquier caso, que ambos escritores pretendían, al escribir esas historias, si no exorcizar su propia experiencia formativa, al menos sí tratar de entender y sacar algo en claro de lo que les pasó en aquellos años locos de su juventud.

Pero nada se exorciza si uno no toma distancia, así que ambos literatos escribieron sus libros, y luego, añadieron unos capítulos, acelerados, al final de ellos, en los que se pasa revista a cómo acontecieron las vidas de sus sufridos personajes después del regocijo de hormonas que supuso la juventud. Así, no solo nos muestran el proceso de educación, sino también el resultado de ese proceso. Y el resultado de ese proceso, en ambos casos, parece sugerir lo mismo, lo que creo que dirían Gustave y Henry ya de mayores, y lo que dicen algunos adultos cuando echan la vista atrás. ¡Qué bonito fue! ¡Y cuánto afectó al discurrir de nuestra vida! Y sin embargo, ahora, con la mente preclara que otorga la distancia, cuán ingenuos fuimos, por qué poca cosa desesperábamos y qué poco ceño tuvimos para tomar las riendas. Pero ya se sabe, fue cuando fuimos jóvenes.

martes, 1 de abril de 2014

MP 165



Monstruos perfectos
-165-
Como muchos hombres que consideraban su éxito incompleto, era extraordinariamente vanidoso y estaba consumido por su propia importancia. Cada diez o quince minutos se sacaba un gran reloj de oro del bolsillo del chaleco y se asentía a sí mismo.
Stoner, 1965. John Williams.

jueves, 27 de marzo de 2014

MP 164



Monstruos perfectos
-164-
-No me preocupa absolutamente nada, y no necesito ninguna ayuda -dijo Catherine, mintiendo redondamente, y demostrando con ello que no sólo nuestras faltas, sino también nuestros infortunios más involuntarios tienden a corromper nuestra moral.
Washington Square, 1881. Henry James.

miércoles, 26 de marzo de 2014

MP 163



Monstruos perfectos
-163-
La humanidad se toma demasiado en serio. Es el pecado original del mundo. Si los cavernícolas hubieran sabido reír, la historia habría sido distinta.
El retrato de Dorian Gray, 1891. Oscar Wilde.

domingo, 23 de marzo de 2014

Fiebre de saber y de poder


Fiebre de saber y de poder

Edificio de la colaboración ATLAS del LHC
Asegurar que alguno de los ámbitos de dedicación de las pasiones humanas está libre de la subjetividad de los colegas con que se comparte esa dedicación es tan atrevido como decir que hay hombres que son siempre buenos, o que siempre son malos, es decir, una simplificación que, por generalista, no puede ser más que incorrecta. Los méritos propios pueden ser muchos o pocos a ojos de los demás y en la mayoría de las ocasiones depende tanto del logro alcanzado como de la energía que pone el autor (y sus amigos) en conseguir que el resto lo demos por meritorio. Esto es válido para cualquier ámbito en la vida: en el trabajo, en la familia, con los amigos, en la literatura, en la física, en la pintura… ¿Quién no ha conseguido un buen resultado con esfuerzo y se ha sentido infravalorado alguna vez? Uno hace algo y luego eso puede valer o no, y muchas veces, como dice Antonio Muñoz Molina en su artículo de ayer en El País, no está ahí la naturaleza para, con un experimento, hacer de rey Salomón y dar al César lo que es del César y al científico de turno lo que es del científico de turno. Pero, o mucho me equivoco o no he aprendido nada en mi paso por el CERN, esos supuestos experimentos justicieros del saber (como si la verdad absoluta existiera, y no, ni siquiera en física, solo existen verdades parciales, y si no que le pregunten a Newton sobre su equivocada, pero durante siglos válida, Teoría la de Gravedad), esos experimentos, decía, en nada diferencian el mundo de la física del de la literatura. Los que promulgaron teorías que luego fueron o no validadas por la realidad fueron cuatro, los reconocidos grandes genios de la historia: Newton, Galileo, Einstein, Higgs y alguno más, y ellos sí pueden ser comparados a los genios de la literatura, a los que nadie les quita el mérito: Cervantes, Chejov, Flaubert, Tolstoi, Faulkner… El resto, la gente de este mundo, como quien dice, y entre ellos están prácticamente todos los participantes de Particle Fever, el documental al que alude don Antonio, no hace apuestas a todo o nada, no reta a la naturaleza a que le digan si sí o si no, simplemente van a trabajar cada día, pelean por un objetivo pequeño aunque importantísimo, un objetivo que aporte un poco de tierra a la colina sobre la que algún día se alzará una de esas mentes preclaras y retadoras, para revelarnos una posibilidad, algo que aún quede por demostrar y que nos abrirá los ojos y la boca de fascinación. Pero, al igual que en la literatura o en la oficina, los méritos de estos hombres sí están sujetos a la subjetividad, y por lo tanto ni siquiera se puede decir que las mentes más lúcidas estén entre ellos, porque no vale solo la física para llegar a ser alguien en la física, como no vale solo la letra para llegar a ser alguien en las letras, hay que tener otras aptitudes: estrategia, sagacidad, sangre fría, valentía, don de gentes, saber hacer política, dinero, por no hablar de malas artes (o malas ciencias). Ahí, ni letras ni ciencias, justamente ahí sí que somos todos bien iguales.

martes, 18 de marzo de 2014

MP 162



Monstruos perfectos
-162-
Su carencia de medios, de profesión, de recursos o perspectivas visibles, le sitúa a usted en una categoría dentro de la cual sería imprudente por mi parte elegir un marido para mi hija, que es una mujer joven y débil con una gran fortuna. Desde cualquier otro punto de vista estoy perfectamente dispuesto a apreciarle. Como yerno, le detesto.
Washington Square, 1881. Henry James.

viernes, 14 de marzo de 2014

MP 161



Monstruos perfectos
-161-
I'd prefer you were straight forward.
You don't have to go through all of that.
I'm a New York City man, baby
say "go" and that is that.
NYC man, 1996. Lou Reed.


domingo, 9 de marzo de 2014

Hacer girar la rueda


Hacer girar la rueda

Desde que el hombre se asentó en las ricas tierras mesopotámicas y decidió que ya no iba a vagar más, que ya estaba bien, que le dolían los pies y que a partir de ahora iba a plantar su propia cebada, a criar una pequeña granja de cerditos y cabras y a edificar unas chozas de lo más rústicas, el problema dejó de ser la resistencia del calzado y la cercanía de una buena cueva para pasar a ser un problema de energía, o de cómo mover un arado o levantar una pared de adobe sin tener que echar el resto del día. Poco más tarde alguien inventó la rueda, y entonces todo el mundo empezó a pensar en cómo podrían hacerla girar, pues se dieron cuenta de que ruedas girando eran trigo hecho harina, útiles vasijas de arcilla, carros cargados de especias tirados por animales de carga, es decir, comercio exprés, bloques de mármol levantándose como plumas hasta alturas vertiginosas, máquinas de vapor, trenes surcando los bosques y exhalando su humito de cuento decimonónico, barcos subiendo y bajando el Misisipi aunque no hiciese viento, relojes que funcionaban incluso cuando salía nublado, bicicletas, motos, automóviles, aviones… Recientemente, para colmo, entre unos cuantos descubrieron cómo manejar la electricidad y resulta que lo más importante era mover electrones, sin eso nada, y que para mover electrones hacía falta hacer girar bobinas de cobre cerca de un imán, y otra vez a darle vueltas a la trompa.

De eso tratan el par de libros que tengo sobre la mesa, El ecologista nuclear y Cenital. El primero un ensayo divulgativo sobre las posibilidades que nos quedan con los recursos que nos quedan, el segundo una novela sobre la forma en que el mundo que conocemos se va a ir al garete. Porque lo que parece claro es que, si no descubrimos otra manera de darle vueltas a las ruedas, o si no nos las apañamos para que las formas que conocemos de hacerlo sean más eficientes, poco a poco se van a ir parando. Y sin ruedas girando nos vamos a quedar a oscuras y ni siquiera WhatsApp, y así están las cosas.

Me gusta del primero la forma en que te cuenta cómo los cambios en las fuentes de energía han moldeado la historia humana: del animal y la madera al carbón vegetal, y de este, justo antes de quedarnos sin bosques en Europa, al carbón mineral, y de aquí al petróleo, y cuando no quede una gota barata de crudo a ver cómo nos las apañamos. Lees la historia de la energía y los reyes te parecen unos peleles y las guerras puras anécdotas sin importancia. El mundo actual se inventó el día en que alguien le dio al primer interruptor, y para eso otro alguien había tenido que construir unas turbinas. Eso es relevancia. Lees la novela de Bueso y te das cuenta de cuán frágil es el equilibrio energético sobre el que sostenemos nuestra cómoda existencia. Me gustan sus personajes, lo que se parecen a nuestros padres, también a esos gurús que van saliendo como setas, el viejo compañero de clase que un día te cruzas en la calle y te cuenta que ha abandonado su taller o su oficina y, aleccionado por su abuelo, se han plantado un huertito, comprado cuatro gallinas, aprendido a picar esparto para hacer cuerda.

Muchas veces pongo en un brete a mis alumnos con esto de la rueda. El mundo ha colapsado y hay que empezar de nuevo, les digo. ¿Qué conocimientos desearíais poder recordar? Siempre surge la Ley de Faraday: fuerza electromotriz inducida, electricidad, luz, calorcito, comodidad, medicamentos. Ya saben que para eso hay que darle vueltas a una bobina y tal, así que ahora, solo hay que encontrar una buena forma de hacerlo.

viernes, 7 de marzo de 2014

MP 160



Monstruos perfectos
-160-
Yo no fui siempre un tipo con el alma entre los cojones. Durante bastantes años ni siquiera decía palabrotas, y hasta utilicé durante otros muchos un vocabulario abundante y selecto. Ahora he decidido que la vida no merece arriba de quinientas palabras y que las más apropiadas son palabrotas, pero no es que nunca haya pasado de aquí, sino que he llegado aquí.
La flaqueza del bolchevique, 1997. Lorenzo Silva.

martes, 4 de marzo de 2014

MP 159



Monstruos perfectos
-159-
Daremos la espalda a la esperanza y volveremos la mirada al suelo, donde podremos hurgar en interminables huertas cubiertas de compost apestoso, sobre las que el pan se ganará, apretando las azadas y apartando las moscas, como se hacía antes de que comenzaran a apilarse las mentiras y las hipotecas.

 Cenital, 2012. Emilio Bueso.

lunes, 3 de marzo de 2014

MP 158



Monstruos perfectos
-158-
Nosotros, tú y yo, también nos miramos a los ojos, varias veces, y eso nos situó entre el anonimato y el orgasmo; la intimidad del alma por la cópula de la mirada.
Leche, 2013. Marina Perezagua.