jueves, 9 de mayo de 2013

De vueltas con el campo magnético


De vueltas con el campo magnético


Existe un mundo propio en las miradas, posiblemente el mejor canal de comunicación que posee la especie humana. Una mirada puede proponer un coito a más de cinco metros en una discoteca oscura, llena de humo, de cuerpos sudorosos y de luces estroboscópicas, una mirada puede comunicar la ternura de un niño con tanta intensidad como una caricia, o el rencor de un vecino en la reunión de escalera cuando sacas el tema espinoso, o el aburrimiento de un alumno, o el esfuerzo que hace por comprender, porque no se le escape el hilo frágil del entendimiento. Los ves desde sus sillas seguir tus explicaciones, los trazos que das en la pizarra, hasta las bromas que haces, y ahora, justo cuando comenzamos con el estudio de ese misterio que sigue siendo la realidad palpable de que dos imanes se repelan a distancia, les ves levantar las manos, conformar un sistema de referencia con sus dedos pulgar, índice y corazón y hacerlo girar en el espacio, o aplicar la regla del sacacorchos, o atornillar y desatornillar imaginariamente una y otra vez mientras sus mentes siguen los razonamientos, indagan en las pistas, comparan ángulos, mueven vectores...
Y entonces se produce el milagro, aparecen, aquí y allá, con la aleatoriedad de las burbujas en el agua que empieza a hervir, los signos evidentes de que lo han comprendido. Una llamarada en sus ojos, a veces seguida de una leve sonrisa y una concisa anotación en sus apuntes. Lo tienen. Y no hace falta que lo digan.



miércoles, 8 de mayo de 2013

MP 71



Monstruos perfectos
-71-
La lealtad se gana. Actualmente todo el mundo habla de lealtad y, en realidad, lo único que hace es obedecer ciegamente las órdenes que recibe.
El artista del mundo flotante, 1989. Kazuo Ishiguro.

lunes, 6 de mayo de 2013

Un pañuelo


Un pañuelo


Las novelas que incorporan entre sus personajes nombres de personas reales tienen algo de libro de historia. Se resiste uno a creer que las vicisitudes por las que les hace pasar el autor son meras invenciones, como si el nombre propio fuera garantía de una autenticidad incuestionable o como si no pudiésemos concebir que alguien se dedique al feo asunto de falsear las vidas ajenas.

Suelen, además, venir acompañadas estas vicisitudes por hechos reales que han sido constatados y bien documentados, y que, muchas veces, permanecen en la memoria colectiva, por lo que, al final, la trama se convierte en un galimatías del que no sabes si fiarte, o de qué partes fiarte, pero que posee la gracia de enseñarte historia a la vez que te hace pasar un buen rato, lo cual no es poca cosa.

No son pocos los personajes históricos que Edgar L. Doctorow vapulea en Ragtime. Aquí una lista breve: Harry Houdini, Jacob Riis, Henry Ford, J.P. Morgan, Henry Frick, Stanford White, Emma Goldman, Sigmund Freud... Y no los trata con simples pinceladas para establecer un marco histórico en la narración, sino que les entrega papeles relevantes, e incluso, a algunos de ellos, los convierte en personajes principales de esta historia fabulosa que discurre a principios del siglo XX en Nueva York.

Como dice Updike: “Durante años no ocurre nada y de improviso acontece todo”. No hay más que echar un ojo a los nombres mencionados para intuir que si andaban por el mismo lugar, en la misma época, es que algo importante iba a ocurrir. Y lo que ocurrió es que esa gente cambió el mundo (o, como dice Lampedusa, lo cambió para que todo siguiera igual), inventó la sociedad tal y como la conocemos hoy en día, inventó hasta nuestra forma de pensar, y lo hizo estableciendo tres de los cuatro pilares sobre los que se sustenta la vida en el primer mundo: 1) el gran pilar del liberalismo, liderado por el magnate de la banca J.P. Morgan, o la toma de conciencia de que todos tenemos derecho a formar parte de la pelea, y a partir de ahí que gane el más fuerte; 2) el desarrollo de las ciudades, potenciado por el auge económico y el desarrollo de la metalurgia, ejemplarizado en el libro con la figura de Henry Frick, magnate del coque y el acero, y por la del famoso arquitecto Stanford White; 3) la invención del automóvil y su explotación a nivel global, representado por el personaje de Henry Ford, que dotó al ser humano de, prácticamente, omnipresencia, y constituyó una nueva forma de hegemonía, la derivada del uso del petróleo.

Existe un cuarto pilar, importantísimo, sobre el que se sustenta nuestra sociedad y que también nació en Nueva York apenas una década antes. Se trata del desarrollo y la explotación comercial de un invento que en la época debió resultar muy curioso, la electricidad, y aunque Edgar no hace apenas referencia a ella en el libro, visto el tratamiento más bien simplón que hace de los personajes, poco le hubiese costado haber aprovechado que Thomas Alva Edison fue un gran amigo de Henry Ford y haberlo hecho aparecer en alguna escena, así hubiese cerrado el círculo.

Como sería de esperar, estos pilares se convirtieron rápidamente en grandes corporaciones multimillonarias y superpoderosas, que son las que hoy dominan los estados. 

Pero también los desamparados aparecen entre las líneas de RagtimeEmigrantes europeos que se pudren en el Lower East Side, negros que intentan obtener justicia de un sistema que todavía no los trata como a iguales, mujeres que luchan por sus derechos, proletarios que comienzan huelgas interminables se reúnen clandestinamente y planean atentados. Aparece la anarquista y feminista Emma Goldman, que participó en el intento de asesinato de Henry Frick, que alentó las revueltas de los trabajadores, el uso de métodos anticonceptivos, que años más tarde colaboró con el gobierno republicano español durante la contienda y que, según el libro, imparte una conferencia en la calle Catorce Este para recaudar fondos para la causa de Francesc Ferrer i  Guardia, el pedagogo catalán al que el gobierno español ejecutó por fomentar la huelga general. Y cuando uno lee a Josep Pla en El Quadern Gris, ambientado en una Barcelona revuelta y crispada en la misma época que Ragtime, se da cuenta de que no era sólo Nueva York, de que se estaba prendiendo fuego el mundo entero, que no deja de ser un pañuelo.


Íbamos a animar a los obreros cercados en aquellos momentos difíciles. Convertiríamos su lucha en revolución. Mataríamos a Frick. Pero estábamos en Nueva York y no teníamos dinero. Necesitábamos dinero para pagar el billete de tren y para comprar una pistola. Entonces fue cuando me puse ropa interior con blondas y me eché a la calle Catorce. Un viejo me dio diez dólares y me dijo que me fuera a casa. El resto me lo prestaron. Pero lo habría hecho si hubiera sido necesario. Era para el atentado. Era por Berkman y por la revolución. Le di un abrazo en la estación. Planeaba disparar a Frick y quitarse la vida. Yo corrí tras el tren mientras partía. Sólo teníamos dinero para un billete. Dijo que para el trabajo sólo hacía falta una persona. Se metió en el despacho de Frick en Pittsburgh y le disparó al cabrón tres veces. En el cuello, en el hombro. Hubo sangre. Frick quedó tendido. Entraron varios hombres. Le quitaron la pistola, pero tenía un cuchillo. Se lo clavó a Frick en la pierna. Le quitaron el cuchillo. Se metió algo en la boca. Le abrieron las mandíbulas a la fuerza. Era una cápsula fulminante de mercurio. Lo único que tenía que hacer era morder la cápsula y el despacho hubiera estallado con todo el mundo dentro. Le echaron la cabeza atrás y le quitaron la cápsula. Le golpearon hasta dejarle inconsciente.
Ragtime, 1975. Edgar L. Doctorow


viernes, 3 de mayo de 2013

MP 70



Monstruos perfectos
-70-
La verdad es que me parezco a Swann curado de su amor y suspirando: "¡Y pensar que he estropeado mi vida por una mujer que no era de mi estilo!"
Las palabras, 1964. Jean Paul Sartre.

jueves, 2 de mayo de 2013

MP 69



Monstruos perfectos
-69-
I know in my heart that I'll have to change.

Nothing's impossible, 2005. Depeche Mode.

miércoles, 1 de mayo de 2013

MP 68



Monstruos perfectos
-68-
-Tu madre era igual que tú, Noriko. Decía lo primero que se le pasaba por la cabeza, cosa que, supongo, da fe de una gran sinceridad.
El artista del mundo flotante, 1989. Kazuo Ishiguro.

lunes, 29 de abril de 2013

Instantáneas de Nueva York III - Gigantes

Instantáneas de Nueva York
Gigantes

CADA mañana cogíamos el metro en la estación elevada de Castle Hill. La lata de hojalata se acercaba renqueante, como un gusano metálico con sus dos faros circulares brillando intensamente sobre el fondo azul del amanecer. Se detenía frente a nosotros y se escuchaban crujidos, lamentos de vigas y tensores llevados al límite. Bajo nuestros pies, entre las rendijas de la madera ajada de la plataforma, se veía el Bronx proseguir con su épica historia cotidiana.
Entrábamos y nos sentábamos en los asientos naranjas o amarillos, mínimas concavidades de fornica en las que encajar nuestras posaderas, que resbalaban como respuesta a las embestidas de los arranques y frenadas, a la inercia centrífuga de los giros, y poco podían hacer para evitar que rozásemos el culo espléndido de la negra de al lado, o el codo del trabajador todavía descansado y limpio, o la provocativa pierna de la latina maquillada de ojos negros. El vagón era un arca de razas, edades y ambiciones, y, a medida que el trazado de vías subterráneas iba recorriendo la isla de Manhattan de norte a sur, también de las clases sociales. El vagón era una cápsula espacial que depositaba a cada uno de nosotros en el mundo al que pertenecíamos. 
El metro de Nueva York, como el viaje a la Luna, como las catedrales, como las pirámides, es una prueba más de que nuestros antepasados no estaban mancos, de que la historia va en zigzag, de que hay cosas para las que tal vez, como especie, ya no estemos capacitados. Porque la humanidad, como el cuerpo, también tiene que encontrarse en su mejor momento. El metro de Nueva York es un abuelo de cien años con buena salud cuyos achaques van siendo solventados a salto de mata, parche aquí y tornillo de titanio allá, por rudos operarios con chalecos reflectantes que ves trabajar ociosos desde la ventanilla del convoy en el que vas cuando éste ralentiza el paso para no violentarles. Al metro de Nueva York le están haciendo ahora otra línea y parece que se acabe el mundo. Y cuando uno piensa en cómo serían las herramientas que usaban antes, en 1900, los primeros hombres que horadaron el subsuelo del East River a bombazo limpio, o cuando piensa en aquellos que caminaban sin arneses manteniendo el equilibrio sobre una viga en lo alto del Chrysler Building mientras ajustaban tuercas y se gritaban órdenes, no puede evitar acordarse de la cita de Víctor Hugo “Eran hombres gigantescos”, aunque también fuesen miserables.

viernes, 26 de abril de 2013

MP 67



Monstruos perfectos
-67-
Cuando nuestras convicciones llegan a ser muy profundas, hay un momento en que es imposible disimular sin inspirar desprecio. 
El artista del mundo flotante, 1989. Kazuo Ishiguro.

jueves, 25 de abril de 2013

MP 66



Monstruos perfectos
-66-
En los años jóvenes, ¿quién no se quedó en el rincón de un diván dormido sobre el pecho de una colegiala que conocimos por casualidad?
Cuentos de Odessa, 1931. Isaac Babel.

miércoles, 24 de abril de 2013

MP 65



Monstruos perfectos
-65-
A menudo me preguntan: "¿Cómo permiten las masas que unos pocos los exploten?". La respuesta es: "Dejándose inducir a identificarse con ellos. Después de ver tu fotografía en la portada de los periódicos, el obrero llega a casa, donde lo aguarda su mujer, una pobre mula agotada con las piernas llenas de varices, y entonces no sueña con la justicia, sino con hacerse rico".
Ragtime, 1975. E.L. Doctorow.

lunes, 22 de abril de 2013

Ojo por Ojo

Ojo por Ojo


Algunos de los libros para el canje.
Llega el Día del Libro y del Derecho de Autor y un año más este lado del mundo se llena de estantes y actividades de lo más variopintas: presentaciones, firmas, coloquios, lecturas continuadas, recitales poéticos, mesas redondas, encuentros, talleres, exposiciones, actuaciones y mucho más. Las librerías sacan sus libros a la calle, las bibliotecas extienden sus plazos de préstamo, los autores se acicalan, los empresarios hacen cuentas y en Internet las palabras libro, llibre, book, buch y livre son las más usadas y las más leídas.

Qué duda cabe de que hay mucho marketing, y por tanto mucho negocio, en el emplazamiento del libro en el santoral actual junto a tantas otras aparentemente bienintencionadas santificaciones como la del padre, la madre, los enamorados, la mujer trabajadora, el niño, el maestro y un largo etcétera que maravillaría al más ocurrente, pero puestos a celebrar, qué mejor pretexto.

De entre todas las actividades que se realizan en mi entorno agradezco especialmente la denominada Llibre per llibre que organiza la biblioteca del Campus de Gandia, y que consiste en colocar un par de mesas en un lugar de paso y dejar allí, durante una semana, cuarenta o cincuenta libros usados para que, quien quiera, pueda coger los que le vengan en gana, siempre y cuando deje en su lugar un número equivalente de ellos.

No hay control alguno, tan sólo una hoja donde, si se quiere hacer el favor, apunta uno el título del libro que coge y del libro que deja para tener una idea del interés despertado por la iniciativa. Nadie vigila y, sin embargo, cada año crece el número de ejemplares que se guardan para el año siguiente. Lo que, supongo, tiene tanto que ver con la generosidad de algunos como con la necesidad de liberar espacio en las estanterías de sus casas. No hay normas y, sin embargo, la calidad de los libros se mantiene en cada edición. Nadie se preocupa de ellos y, sin embargo, la gente los respeta.

Aun a riesgo de parecer antiguo, les diré que encuentro una sana y límpida actitud en esto de volver al trueque, así como una cierta mística en el hecho de dar algo a cambio de algo sin que intervengan monedas, intermediarios, baremos, ni ojos que a uno lo vigilen.

Los escritores, los editores, los maquetadores, los impresores, los distribuidores, los libreros, los animadores culturales, el estado... todos cobraron ya por su trabajo. Ahora, lo que queda, es sólo asunto nuestro, de los lectores.

viernes, 19 de abril de 2013

MP 64



Monstruos perfectos
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Alguien tenía que haber calumniado a Josef K, pues fue detenido una mañana sin haber hecho nada malo.
El proceso, 1925 . Franz Kafka.

jueves, 18 de abril de 2013

MP 63



Monstruos perfectos
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No hay nada menos apetecible que tener que estar continuamente diciéndoles a los alumnos lo que uno sabe o lo que uno piensa. Hay muchas situaciones en las que es preferible quedarse callado para que puedan discutir y reflexionar por su cuenta.
El artista del mundo flotante, 1989. Kazuo Ishiguro.

miércoles, 17 de abril de 2013

MP 62



Monstruos perfectos
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Lo raro no es que exista una empresa que se dedica a la televenta de baba de caracol, sino que el pueblo soberano corra como corre hacia el teléfono cada vez que se emite el anuncio para efectuar su pedido antes de que se agoten las existencias.
Dios y otros artículos, 2009. Camilo de Ory.