Los detalles
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Coche eléctrico de Ford, 1914 |
Los detalles no lo son
todo, también están la continuidad, la coherencia, el ritmo, la intriga, las
puertas abiertas de las historias, hasta la estructura y la forma. Sin embargo,
sin detalles no hay posibilidad de establecer el acuerdo mediante el cual el
lector (o el espectador), asume la ficción que se le presenta como una realidad
momentánea, aunque no por eso menos auténtica.
Los detalles esconden las
costuras de las historias, son los cubiletes que se mueven rápidamente sobre el
cajón improvisado del trilero para que, sin darte cuenta, olvides que ahí detrás hay
una cámara o dos y un director y su ayudante y el productor y el coproductor y
la amante del director y la maquilladora y los amiguetes de los actores que han
ido a echar un ojo a ver qué se cuece en esos saraos.
Quita los detalles y
tienes el sermón semanal de tu compañero de trabajo. Ponle los detalles y ponle
conflicto y empezarás a padecer como un niño al que le cuentan un cuento de
lobos y caperucitas.
Un detalle que demuestra que los guionistas de The Knick
están en todo. Capítulo 5. Un inspector de sanidad pregunta a la dueña de una
mansión del exclusivo Upper East Side -cuando el Upper East Side era exclusivo
de verdad- por la ubicación de sus empleados. Ella le responde que todos están
en casa excepto dos. ¿Cuáles son esos dos?, pregunta el inspector. Y ella dice:
Uno es el conductor del coche eléctrico.
¿Coche eléctrico? ¿Me quieres decir que
en pleno 2015 aún no tenemos coches eléctricos decentes y en 1900 había uno
rodando por las calles enfangadas de Manhattan?
La mujer podría haber dicho el
conductor del coche, o el cochero, pero no, dice el conductor del coche
eléctrico. Y lo hace con toda propiedad, pues los primeros coches que se
idearon, construyeron y comercializaron, fueron coches eléctricos, y no de
combustión interna, que no llegaron hasta casi una década más tarde.
El
mismísimo Herny Ford se sentó a la mesa de Sir Thomas Alba Edison y entre
puro y puro sellaron un acuerdo para el desarrollo y comercialización de coches
impulsados por energía eléctrica proveniente de baterías de hierro-níquel
construidas por el prohombre de la luz.
La pregunta es ¿por qué cayeron en
desuso?, ¿por qué la predicción que hizo Edison en la revista Automobile Topics en 1914 -Estoy convencido de que muy pronto todo el
transporte en Nueva York será de tipo eléctrico- va a tener que esperar más
de un siglo en hacerse realidad, si es que finalmente se cumple? ¿Es que Edison
sobreestimaba la capacidad de sus baterías? ¿O es que alguien tenía un interés especial
en que los automóviles se moviesen con derivados del petróleo?
Eso sería bien
literario, pero dejemos abierta la tan atractiva teoría conspirativa y volvamos
a lo que hablábamos, que The Knick cuida los detalles científicos, como no
podía ser de otro modo estando ambientada en la época en que está, aquella en
que corríamos con la ilusión que proporciona el vislumbrar muy cerca ya el
cartel de la meta de ese mundo electrificado, calentito e intercomunicado en el
que nos encontramos ahora.