Lo que nos gusta
Se sabe que los objetos sienten afinidades. Así,
a los columpios les gusta que les empujen en determinados momentos, sólo en
determinados momentos, cuando ya han realizado su camino de ida y vuelta en
libertad y quedan como suspendidos ante nuestros ojos, paralizados en el
tiempo, casi flotando, esperando que nuestras manos procedan a transmitirles la
energía mecánica que necesitan para el siguiente vuelo. También, se sabe que a
las cuerdas les gusta vibrar de una determinada forma. Le das un martillazo a
la cuerda de un piano y te sale un Do, se lo das a otra y te sale un Re, y así
siempre, unas suenan a Do y otras a Re, no se puede evitar. Una patada a una
mesa y ese ruido que te irrita, molesto, es su firma, su afinidad más íntima,
es tan suyo como el color de la mesa o el tipo de madera del que está hecha. A
los objetos les gusta moverse de una forma determinada.
Se sabe también que los
humanos tenemos afinidades de ficción. Así, a unos les gustan las historias de juicios,
se recrean en el placer de ver cómo se defienden o cómo se atacan el abogado
defensor y el fiscal cuando suben al estrado, cómo encaran los rostros abotargados
de los miembros heterogéneos del jurado, cómo entrelazan argumentos y extraen
conclusiones, cómo cada uno pinta las cosas según le conviene. Otros son
espectadores de acción. La adrenalina sintoniza con su esencia y la emoción les
desborda cuando ven un reloj en cuenta atrás, cuando hay que cortar un cable
rojo o uno azul, cuando el precipicio se acerca y es imposible, imposible,
detener el autobús cargado de niños… A mí me gustan las historias de
supervivencia. Ponedme a un grupito de gente a tener que salir de un laberinto,
o a escapar de una horda de zombis o apestados, o a permanecer juntos en un sótano
hasta que decaiga el nivel de radiación que hay afuera y me lo paso como un
niño el día de su cumpleaños. Sin saber por qué, a cada uno nos gusta que nos
hablen de un tipo de mundo, de un tipo de vida. Y como los objetos,
reaccionamos con exuberancia cuando la imaginación nos lleva por esos
derroteros, cuando se nos empuja en el momento oportuno.