viernes, 6 de diciembre de 2013

La otra lección del curioso impertinente


La otra lección del curioso impertinente

Se narra en el Quijote, a lo largo de tres capítulos, la Novela del Curioso Impertinente. La cuenta el cura, en la venta de Palomeque, mientras Don Quijote descansa, a una audiencia constituida por Sancho, Dorotea, Cardenio y el ventero. Y ya les advierte, y también a nosotros, antes de empezar, de su espíritu crítico, cuestionando si valdrá la pena leerla o sí, por el contrario, sería más útil dedicar ese tiempo a dormir.


La historia, del estilo de las Novelas Ejemplares, parece aportar bien poco a lo que en El Ingenioso Hidalgo se trata, que no es más que la perspectiva que toman  diferentes acontecimientos cuando son alterados, bien físicamente o bien mediante una reinterpretación personal, por el caballero andante o su escudero. Aquí no interviene Don Quijote, que ni siquiera se encuentra presente, y Sancho, preocupado por habladurías que le hacen dudar del acierto de haberse unido a su merced en la aventura, no abre la boca. La historia habla del amor y de la amistad, y de cómo a veces más vale no tentar a la suerte.

Estudiosos del Quijote, y hasta el propio Cervantes, parecen dudar de la idoneidad de ésta y alguna que otra historia más que se intercalan en el libro. Cada uno tendrá su opinión y la mía es que La novela del curioso impertinente está ahí porque, en ese momento, el escritor no está todavía seguro de la fuerza de sus personajes principales y, temiendo que la trama original pueda resultar cansina, apuesta por que estos breves entremeses desempalaguen.

Pero a lo que íbamos, al terminar el cura de narrar, continúa con su crítica diciendo:

-Bien… me parece esta novela; pero no me puedo persuadir que esto sea verdad; y si es fingido, fingió mal el autor, porque no se puede imaginar que haya marido tan necio, que quiera hacer tan costosa experiencia como Anselmo. Si este caso se pusiera entre un galán y una dama, pudiérase llevar; pero entre marido y mujer algo tiene de imposible; y en lo que toca al modo de contarle, no me descontenta.

Lo que, a mi entender, pone de manifiesto los dos males peores de los que puede adolecer una obra de ficción, a saber, que no te persuada, sea real o no, y que no esté bien contada, bien escrita desde el punto de vista estilístico. En ese caso, parece querer decir Cervantes por voz del cura, más vale que nos vayamos a acostar.

Y como no hay mejor forma de enseñar que poniendo ejemplos, ahí va el del maestro, que hace que nos hable de persuasión un personaje de ficción, que además, en ese instante ejerce de lector. Una de esas sutiles vueltas de tuerca mediante las cuales Miguel de Cervantes nos dispara la imaginación.

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