Lucía y los cuerpos terrestres

Pongamos por caso, y porque queda cerca de esta bitácora, el
del culebrón de este verano: el caso de Lucía Etxebarria. A los 32 años ganó
uno de los premios más importantes del panorama nacional, se hizo famosa
escritora con su Beatriz y los cuerpos celestes, siguió ganando premios y
supongo que dinero y fama, hasta que llegó a la cuarentena. Entonces, dejó de
ganar dinero con sus libros. Prueba de ello son sus declaraciones en las redes,
donde carga contra la piratería, amenaza con dejar de escribir, y enseña, una y
otra vez, sus angustias vitales. Ella, que lo ha ganado todo, que tiene un gran
número de fans, ¿ya no puede vivir de sus libros?
Pues parece ser que no. Hay mucho ruido, y hay muchos escritores, y mucha
gente lo hace fenomenal y la gente empieza a leer a otros. Así que lo que hay
que hacer es un poco más de ruido para que se acuerden de una. Y va y aparece
en un programa de máxima audiencia, Campamento de Verano, y va y lo peta.
Porque valoraciones personales al margen, Lucía reventó la audiencia con su
carácter sensiblero y sus traumas infantiles irresueltos. Fue a ganar dinero, y
supongo que a animar un poco las ventas de sus próximos libros, y hoy todo el
mundo los espera: caso resuelto.
Algunos opinan que no debería haberlo hecho,
ergo no hubiera vendido los libros que quiere vender; que está arruinando su
reputación, la que al parecer no le sirve para poder vivir de la literatura a
sus 46; que da pena, bueno, aquí es donde están los límites.
No es el primer
escritor que se pone delante de las cámaras para hacer el payaso a cambio de
pesetas. Tenemos el caso de algunos de los popes
nacionales: Umbral encendiéndose desproporcionadamente porque allí nadie
hablaba de su libro, Cela asegurando que podía absorber medio litro de agua por
el agujero del culo, Marías rechazando premios nacionales para que nadie le tilde
de oportunista.
Donde estén los límites de la dignidad humana es algo muy
relativo, muy de cada cual, y sí, salir llorando ante las cámaras de Tele 5 es
sacar los trapos sucios de casa y podría ser uno de esos límites. Pero el hecho
es que están sucios, es lo que hay, y qué le vamos a hacer. Tal vez ahora,
Lucía haya encontrado un trabajo que la recompense mejor económicamente. Si
finalmente decide seguir el camino iniciado, no nos queda más que darle ánimo y
temple, y por lo que ha hecho darle las gracias, por los libros, y por la genialidad
de proporcionarnos ese oxímoron visual de vestir una camiseta verde en el plató
de Sálvame.
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