Yúnior, ¡muérete!

No digo todo esto porque tenga yo ningún tipo de
animadversión hacia el señor Díaz, todo lo contrario, mi rollizo pasado me
permite ponerme fácilmente en su piel, lo digo porque esa adolescencia solitaria y fracasada marca digamos que el 50% de su temática literaria (la
parte mala de su literatura). El otro 50% (la parte buena) está definido por
parámetros bien conocidos dentro de lo que podríamos denominar literatura
de la inmigración. Junot es hijo de dominicanos emigrados a EEUU, y el libro
del que hablaremos hoy cuenta básicamente la vida de su familia antes y durante
ese proceso.
Ha escrito tres libros. Su bandera es la de que es un escritor
lento y concienzudo. Que le cuesta mucho, vamos, y por eso tiene que trabajar de lo lindo. Traducido: que es un escritor auténtico, de los de verdad, de los
que merecen la pena ser leídos; eso es lo que en el fondo nos quieren
transmitir. Pero a nosotros, que somos gente que aprecia la calidad independientemente
de la sangre y el sudor que cueste, como si los escribe en dos semanas, oye.
He
leído dos. El primero “Drown” (Los boys en la traducción al castellano) es un
fabuloso libro de relatos/novela. Cuenta una serie de episodios de la vida de
diferentes miembros de su familia, tanto en la Republica Dominicana como en
Nueva York y Nueva Jersey, que es donde finalmente se asentaron. Estos personajes
comunes, que aparecen y desaparecen en los once cuentos, a veces jóvenes, otras veces maduros,
otras simples recuerdos o personajes muertos, son el lazo que sujeta las
diferentes historias del libro como si fuesen todos ellos caballos que tiran de
un mismo carro. Los relatos son independientes entre sí y cerrados, cuentan historias cotidianas, problemas del emigrante que podrían serlo de un americano cualquiera con problemas económicos y que vive en un barrio de los malos, pero cuyo pasado sería muy distinto, la lengua, las tradiciones de la isla, la religión, las mujeres, todo eso que aún les caracteriza. Luego, a
medida que uno avanza en la lectura, se da cuenta de que sobre las historias particulares se empieza
a hilar una historia mucho más amplia que configura un espacio y un tiempo
que es el del hombre cuyas raíces ya no están en su tierra natal, pero tampoco
en la de acogida. Es en este sentido en el que puede considerarse el libro como novela.
Después escribió otro libro, “La maravillosa vida breve de Óscar Wao”, y claro,
se tenía que vender preciso después del éxito del primero, y además, si había
costado diez años, y además, si le sumas el Pulitzer. Hasta tiene más admiradores por
esa obra mediocre e insegura (Junot, no sabías lo que querías hacer, tú mismo
lo has dicho, no te aclarabas, y acabaste contándonos tus obsesiones de
adolescente gordito que no toca pelo).
Es normal que un autor se desoriente
tras escribir un gran libro como Los boys, así que te darán unas cuantas
oportunidades más: los que controlan el negocio porque aun así ganan (para
empezar, el Award ese de medio millón de dólares), y nosotros, tus lectores,
porque tal vez ingenuamente aún pensamos que quien ha hecho algo grande quizá pueda volver a hacerlo. Esperemos que con “This is how you lose her” (en breve
tendremos la traducción), hayas olvidado esos aburridos traumas juveniles.
La
tarde de la fiesta papi volvió del trabajo a eso de las seis. A la hora justa.
Ya estábamos todos vestidos, cosa inteligente por nuestra parte. Si papi entra
y nos agarra a todos dando vueltas en ropa interior seguro que nos hubiera
reventado el culo a patadas.
No le dirigió la palabra a nadie. Ni siquiera a mi
mamá. Simplemente la apartó de un empujón para poder pasar, alzó la mano cuando ella le intentó hablar y se fue
directamente hacia la ducha. Rafa me lanzó una mirada y yo se la devolví; los
dos sabíamos que papi había estado con la puertorriqueña con la que se veía y
quería borrar las pruebas con una ducha rápida.
Aquel día mami estaba bonita de
verdad. En los Estados Unidos por fin había logrado ganar un poco de peso; ya
no era la flaca que había llegado hacía tres años. Llevaba el pelo corto y una
tonelada de prendas baratas que a ella no le quedaban demasiado mal. Desprendía
una fragancia muy característica de ella, como de brisa que pasa entre los
árboles. Siempre esperaba hasta el último minuto para perfumarse porque decía
que era un desperdicio rociarse demasiado pronto y luego tener que volver a
hacerlo al llegar a la fiesta.
Fiesta, 1980. Los boys, 1996. Junot Díaz.
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