Monstruos perfectos
-140-
¡Los rascacielos! Los hay femeninos y masculinos; unos parecen templos del Sol, otros recuerdan la pirámide azteca de la Luna.
Nueva York, 1929. Paul Morand.
¡Los rascacielos! Los hay femeninos y masculinos; unos parecen templos del Sol, otros recuerdan la pirámide azteca de la Luna.
Asistíamos ayer a las jornadas sobre búsqueda de
materia oscura en la EPSG. Se impartieron charlas técnicas a lo largo del día,
y se culminó la fiesta con una conferencia de carácter divulgativo, es decir,
olvidar algunos detalles sin importancia y contar algunos chascarrillos
históricos que, de algún modo, ayuden a humanizar esta apasionante historia de
búsqueda que dura ya más de tres décadas. Los que están en ella desde el
principio son ya hombres maduros, han pasado sus vidas entre cables,
centelleadores, fotomultiplicadores, pírex, agua pura, ambientes libres de radón,
salas blancas, trajes desechables, mascarillas, guantes de látex, minas,
bunkers, alcantarillados…, pero también aulas, despachos, salas de
conferencias, aeropuertos, comités de financiación, restaurantes de paso,
colegas, otras universidades etc... Y se les nota ya cansados. Es su trabajo, y
les gusta, pero no encuentran nada. Cuando parece que está ahí la partícula oscura,
lo que ven acaba siendo la energía desprendida por una microgrieta del sistema de
anclaje del detector (y ojo, eso no se descubre de un día para otro, así que da
tiempo a ilusionarse bastante). Cuando ven una tendencia en los gráficos,
resulta ser un error sistemático en el procesado de los datos, y así una tras
otra. Su trabajo consiste en construir un detector muy sensible, pero con muy
poco ruido. Lo que pueda parecer a simple vista contradictorio. A la
sensibilidad se opone la afectación, a la insensibilidad, la focalización. El
problema radica, a mi entender, en las hipótesis de partida. Hay que suponer
que la materia oscura no es tan oscura para que nuestro fino detector la vea.
Pero, ¿y si es tan oscura como podría ser?Cuando arrancó el trineo y dio la vuelta a un montón de nieve, se volvió para mirar a Liharev con gesto que parecía significar que quería decirle algo. Éste corrió hacia ella, pero ella no dijo palabra. Sólo siguió mirándole por entre sus largas pestañas de las que colgaban partículas de nieve.
La primera vez que oí hablar de la playa fue en Khao San Road, Bangkok. Khao San Road era tierra de mochileros.
Así son las perspectivas de la esperanza, pensaba el Magistral; cuanto más nos acercamos al término de nuestra ambición, más distante parece el objeto deseado, porque no está en lo porvenir, sino en lo pasado; lo que vemos delante es un espejo que refleja el cuadro soñador que se queda atrás, en el lejano día del sueño...
La mayoría de los jefes tiene sus normas. Rompe las normas y acabarás con los jefes.