Asombro
Dudo que exista herramienta docente más efectiva
que el asombro. Puedes planear y organizar las clases, utilizar casos
prácticos, trasparencias y gráficos de colores, fotos, videos, argumentar o
articular un lenguaje incisivo y directo, claro, ágil, coloquial o redicho
según interese, lo que quieras… al final, solo son palabras y luces, fuegos de
artificio. El día que un rayo encendió el tronco de un árbol los homínidos de turno
sí que se quedaron boquiabiertos y asombrados, en ese momento desapareció la
palabra distracción de su vocabulario y seguramente fue lo que nos hizo dar el
pequeño paso que nos convirtió en sapiens. Primero se les cayó la mandíbula y luego
se preguntaron, ¿por qué?
Ayer hicimos una bombilla con una mina de lápiz en
clase. Algo nos debe quedar de ese instinto de nuestros antepasados que nos ha
traído hasta donde estamos hoy, al menos el asombro, que arrastra tras de sí la
curiosidad, por más que estemos imbuidos en un mundo sobrecargado de estímulos,
porque al encenderse la mina los estudiantes abrieron la boca con la misma perplejidad que aquellos hombres-mono, algunos soltaron un taco, ¡ostia!, y otros
me preguntaron por qué pasaba aquello casi a bocajarro, ¿por qué? Querían
saber. Maldita sea, ¿por qué?
Eso sí, antes que nada sacaron sus smartphones,
grabaron los hechos y los compartieron en sus respectivos muros, que tampoco es
cuestión de tener que ir por ahí luego pintando en las paredes de las cuevas
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