Empezar de cero
Debe de ser una de las tentaciones más
recurrentes empezar de cero. Pasar el brazo sobre la mesa y echar al suelo
todos los trastos acumulados. Empezar de cero. Olvidar el daño que nos hemos
hecho y empezar de cero. Dejar atrás de una vez por todas las páginas
amarillentas de la historia de uno y empezar de cero, pero ahora tratando de
hacer las cosas bien desde el principio. No corregir, tirar. Y empezar de cero.
No pedir perdón ni pedir disculpas ni tratar de enmendar, enderezar el árbol,
eso se hace de pequeño. Así que empezar de cero. Pero en recto. Volver a los
años de la adolescencia y seleccionar la opción adecuada en el instituto y
luego, en la lista de las diez tras el selectivo, apuntar en primer lugar la
carrera universitaria que tendríamos que haber estudiado e ir a clase desde el
primer día. Empezar de cero. Apagar el último cigarrillo y empezar de cero. Sin
el mono. Mañana ir al gimnasio pero empezando de cero. Es decir, sin los
michelines y con un índice de grasa corporal justo en el centro de la horquilla. Dejarlo de una vez por todas y respirar hondo, expulsar el aire de un
soplido por la nariz y decir, por fin. Y entonces empezar de cero. Con pena,
pero con la conciencia tranquila.
Que todo fuese tan fácil como le sucede a uno
cada año, que tiene que empezar de cero con los Fundamentos de la Acústica.
Abrir los apuntes por la página uno y encontrarse allí con la segunda ley de
Newton. Deducir ecuaciones. Encontrar soluciones. Extraer conclusiones. Y así construir un mundo
desde lo más abajo posible, desde lo más fundamental que uno puede admitir sin riesgo
a equivocarse: la energía se conserva, la masa no va a desaparecer así como
así, existe una relación entre el esfuerzo que se hace y el resultado que se obtiene. Cosas
simples, cosas irrefutables con las que construir el castillo de la acústica
sin temor a equivocarnos, dando pasos lentos pero seguros, avanzando con la
tranquilidad de que no habrá que volver a empezar porque ya lo hemos hecho y
pisamos terreno firme. Y cuando lleva uno un par de semanas de clase,
entonces les dirá a los alumnos: todo es falso. Es solo un mundo ideal. No es
la realidad. Acordaos de que hicimos aquella aproximación a primer orden,
acordaos de que no tuvimos en cuenta la viscosidad, acordaos que os prometí que
los procesos serían completamente adiabáticos… Pues no. Nada era del todo
cierto. Y entonces corregir un poco las ecuaciones para poder seguir adelante.
Reconocer que estábamos equivocados pero buscar una forma de poder avanzar.
Pedirles perdón y seguir. Y aunque es cierto que algunas veces los errores se
podrían haber introducido en las ecuaciones iniciales, esto es, no empezar con Newton,
tan puro, sino empezar con Navier-Stokes, que ya sabía que por el camino
habría pérdidas, ¿qué hubiésemos conseguido? Empezar de cero, sí, pero para
construir un mundo imperfecto. Y eso ya lo teníamos.