¿Quieres hacer
el favor de hablar de cuando hablamos de catedrales?
Releo Catedral y me sorprendo redescubriendo la grandeza de Carver,
quedándome de nuevo atrapado entre las frases áridas de sus relatos secos como
páramos, comprobando cómo se me instala en la mente una sospecha, la de que hay
mucho más de lo que me están contando, o la de que en realidad lo que me están contando no es lo más importante, no es de lo que va el cuento. Hay escritores
que inventan una nueva manera de escribir y se quedan tan anchos. Carver es uno
de ellos. Con indudables influencias como su idolatrado Chéjov, el mismo
Salinger, y hasta su entrometido editor, Gordon Lish, fue capaz de dar un paso más
en la evolución de la narrativa del siglo XX y proponer, dentro de eso que se
dio en llamar Realismo Sucio (que no deja de ser una temática o un enfoque), esa
escritura de la elipsis y de la puerta trasera.
Si tal y como explica Vargas
Llosa en los encuentros con maestros “una historia bien escrita debe de ser
persuasiva”, es decir, debe convencer al lector de que lo que lee es la
realidad, Carver, que escribe cuentos, que no cuenta con la posibilidad de
hacer largas descripciones, detallados análisis psicológicos, extensas escenas
de acción, mostrar la evolución de un personaje, nos demuestra que en la literatura,
como en el sexo, tan poderoso es a veces sugerir como mostrar.
Escribió tres
libros de relatos de peso: ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?, De
qué hablamos cuando hablamos de amor y Catedral. Ponerle este último título a
un libro y no resultar pretencioso lo dice todo.
Mi
matrimonio se acababa de venir abajo. Yo no encontraba trabajo. Tenía otra
chica. Pero estaba fuera de la ciudad. Total que estaba en un bar tomándome una
cerveza, y había dos mujeres sentadas unos taburetes más allá, y una de ellas
empezó a hablarme.
-¿Tienes
coche?
-Sí, pero no lo he traído -dije.
El coche lo tenía mi
mujer. Yo estaba viviendo con mis padres. A veces les cogía el coche. Pero
aquella noche había salido a pie.La otra mujer me miró. Tenían las dos unos
cuarenta años, quizá más. La primera le dijo a la segunda:
-¿Qué le has preguntado?
-Que si tenía coche.
-¿Así que tienes coche? -me dijo la segunda mujer.
-Se lo estaba explicando.
Tengo coche. Pero no lo he traído -dije.
La
primera mujer rió.
-Hemos
tenido una idea genial y necesitamos un coche para ponerla en práctica.
-Qué
pena. -Se volvió al camarero y le
pidió otras dos cervezas.
Yo había estado haciendo durar la mía, pero ahora me
bebí de un trago lo que quedaba pensando que a lo mejor me invitaban a
otra. Pero no.
Escuela nocturna.
¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?, 1976. Raymond Carver.