Monstruos perfectos
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Una vez había tenido entre los dedos un velo tejido con hilo de seda japonés. Era como tener entre los dedos la nada.
Seda, 1996. Alessandro Baricco.
Una vez había tenido entre los dedos un velo tejido con hilo de seda japonés. Era como tener entre los dedos la nada.
Que nos han engañado. Que nos siguen engañando. En la pastelería hay Ratzinger de chocolate.
En aquellos días nublados, Robert Neville no sabía con certeza cuándo se pondría el sol, y a veces ellos ya ocupaban las calles antes de que él regresara.
Habla con tu misma voz -americano- y en sus ojos se detecta un brillo que siempre resulta esperanzador.
Al principio el sonido, el sonido de las palmadas, como que no sabe muy bien, te desconcentra, es algo como demasiado crudo en un plato en donde las cosas son más bien cocidas, pero luego como que se acopla a lo que estás haciendo, y lo gemidos de ella, los de María, también se acoplan, cada golpe produce un gemido, y eso va in crescendo, y llega un momento en que sientes sus nalgas ardiendo, y las palmas de tus manos también arden, y la verga te empieza a latir como si fuera un corazón, plonc plonc plonc...
Aunque a principios del siglo XXI se instauró, entre los más relevantes científicos de la época, la creencia, basada en precisas mediciones astronómicas, de que el Universo se expandía locamente, ¡como si fuese un caballo desbocado o algo así!, induciendo a los coetáneos a pensar que quizá las cosas, por su eterna perdurabilidad en el tiempo, tuviesen una razón de ser, estaban equivocados. Se han equivocado tantas veces..., han sido tan cansinos los humanos, tan pretenciosos, siempre indagando... el Universo se engulló a sí mismo y punto.
Parecíale que la felicidad merecida por la excelencia de su espíritu tardaba en llegar.
Sabemos tantas cosas, que la aritmética es falsa, que uno más uno no siempre son uno sino dos o ninguno, nos sobra tiempo para hojear el álbum de agujeros, de ventanas cerradas, de cartas sin voz y sin perfume.
No lo he leído, dijo Pereira, y no me interesa, estoy harto de la escuela hegeliana, y además escuche, deje que le repita algo que ya le he dicho antes, yo pienso solo en mí y en la cultura, ese es mi mundo.
Tras mucho discutir -lo que su mujer, Inez, llamaba considerar la situación-, Lloyd se marchó de casa y se fue a vivir solo.
Todas las familias felices se parecen, pero las desgraciadas lo son cada una a su manera.
-Bueno, bueno -trata de hacerse la simpática la enfermera-. Sería un dictador y lo que digan, pero parece que entonces se vivía mejor. Todos tenían trabajo y no se cometían tantos crímenes. ¿No es cierto, señorita?