Los personajes
A veces los personajes se te escapan de las
manos y da un gusto que no veas, porque entonces la narración va fluida,
y, además, luego habrá que recortar y engalanar poco, y mejor así porque si no
lo estropeas, echas a perder lo que les sale de dentro y quién te crees tú que
eres para decirles cómo deben de ser. Otras veces, simplemente van por donde
les indicas, al fin y al cabo, tienen que llegar a algún sitio, tienen que
vivir situaciones relevantes, una novela no es la dichosa semana laboral. Así que,
como hay mucho recorrido en las doscientas o trescientas páginas que tienes
entre manos, de tanto en tanto te pasa una de cada. Ahora, recién leída ya por
nosécuantagésima vez tras un periodo de barbecho, cuando es que ya les ves como parientes y, sinceramente, pasas más horas con esos tres tipejos
que con tu familia, cuando crees que les conoces hasta los vicios más íntimos, resulta
que no tienes muy claro lo que haría uno de ellos en una determinada situación.
Y te preguntas: ¿cómo puedo, a estas alturas, estar así? Tu personaje
paralizado, bloqueado, le llaman y le piden algo y él ¿qué hará? Te metes en su
cabeza, te conviertes en él, piensas en lo que le pasó hace poco, en el
capítulo anterior, por ejemplo, piensas en lo que ha vivido, en sus anhelos, en por lo que
está pasando… ¿Qué hará? Y luego piensas en lo que te vendría bien que hiciese,
en lo que tendría más gancho… Y luego piensas en lo que daría más cuerpo a la historia,
la haría más creíble, más real… Y luego piensas en lo que daría más peso a los
personajes, nos mostraría más de ellos… Y luego piensas de nuevo en cómo es ese
tipo y qué es lo que haría si estuviese vivo y toda esta historia estuviese
ocurriendo de verdad y ¿qué demonios hará? Y luego piensas en que lo que pasa
es que tal vez sea como alguno de tus amigos, que te puede salir por cualquier lado,
que es imprevisible, y que por eso da lo mismo que haga una cosa u otra, porque
es que él es así, y te quedas un poco más tranquilo porque decida lo que decida
hacer no va a afectar demasiado a la historia. Luego respiras profundamente, te
centras el teclado, colocas las yemas de los dedos sobre las membranas impresas
y te dices, vale, pero… ¿qué demonios voy a hacer que haga?
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